lunes, 27 de octubre de 2014

Discriminación y lenguaje

Por: Jaime Rubio Hancock en El País | 22 de octubre de 2014

Por qué llamamos Teresa a Teresa Romero


Teresa Romero es muy a menudo Teresa. No sólo en los medios: como se puede ver en este gráfico de tendencias de Google, las búsquedas de su nombre han crecido muchísimo en las últimas semanas, por encima de las búsquedas de su nombre y apellido.


Esto no ha pasado desapercibido en las redes sociales.



En cambio, el marido de la auxiliar de enfermería con ébola siempre es Javier Limón y nunca Javier. Hemos podido ver esta diferencia de trato incluso dentro del mismo titular o de la misma noticia

No es el único caso: se suele apreciar sobre todo en el ámbito político, debido a su visibilidad y como explicaba ya en 2008 María R. Sahuquillo enEl País. Aunque Mariano Rajoy es Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría es Soraya. Y lo mismo pasa con Hillary (Clinton) y con Ana Patricia (Botín), hasta que dejó de usar el Patricia. Hay algunas variantes. Por ejemplo, a Ana Mato se la llama con el nombre completo, aunque rara vez sólo con el apellido. A veces incluso se recurre a diminutivos, como Espe, Cospe y, en muchos medios alemanes, Angie (Merkel). En otros casos, como con María Teresa Campos o Carme Chacón, se añade el artículo: “la” Chacón, “la” Campos.

Hay algunas excusas habituales: por ejemplo, que a Felipe González también se le llamaba Felipe, cuando estos casos son excepciones. O que los nombres de pila masculinos son más comunes, por lo que hay más riesgo de confusión. Es cierto que José (Bono, Montilla) hay muchos, pero no hay tanto Mariano (Rajoy), Artur (Mas) o Cristóbal (Montoro).

En realidad y como explica Juana Gallego, profesora en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona y autora del libro sobre medios y género De reinas a ciudadanas, “esto forma parte de un tema más amplio, que es la diferente representación entre hombres y mujeres”.

Gallego explica que en líneas generales a las mujeres “se las retrata como objeto observado y a los hombres se los representa habitualmente como sujeto que actúa”. Por ejemplo y aunque se ha hablado del trabajo de Romero, “no se ha puesto el acento en sus acciones, que han quedado en segundo término. Ella ha sido observada como paciente”. Más que cuando se hablaba de los dos misioneros, “en cuyo caso se puso más de relieve su labor; se les veía más como sujetos que actuaban”.

Esta tendencia a olvidar los apellidos es uno de los mecanismos inconscientes “que deslegitiman la acción de las mujeres en la esfera de lo público. El hecho de llamarlas por su nombre de pila es una forma sutil de decir que pertenecen al ámbito de lo privado y que están en una esfera que no les corresponde”, añade Gallego. Esto se une a las referencias a su ropa o a comentar que son “la esposa de” o “la madre de”, entre otros ejemplos.

“Normalmente las mujeres tenemos un trato más cercano entre nosotras y socialmente -comenta Esther Forgas Berdet, catedrática de la Facultad de Letras de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona-, y no nos molesta que se nos trate con el nombre de pila. Pero una cosa es el trato diario y otra que los medios de comunicación se aprovechen de esta cercanía y de esta empatía para usarla en sus publicaciones. Sobre todo si en el mismo texto aparece un hombre tratado con su apellido”. Es decir, aunque las compañeras y compañeros de trabajo de Romero se refieran a ella como Teresa, no hay por qué trasladar este trato a los titulares.

Forgas explica que esto supone una “minimización” del papel de la mujer y recomienda que nos acostumbremos a cuidar “la cortesía lingüística”, con el objetivo de “no rebajar la imagen del interlocutor o del referente”. En caso de duda, aconseja usar el ejemplo contrario “para saber si hay discriminación”. Si en lugar de “la Chacón” decimos “el Rajoy” nos daremos cuenta de que es un trato degradante, “que se usa para motes o para delincuentes”.

Gallego nos da otro ejemplo similar: “Aznar no es Josemari salvo cuando nos referimos a él en tono irónico o de humor. Este trato resta respeto o autoridad”. Puede parecer una cuestión de detalle, “pero si se hace reiteradamente, tiene sus efectos”.

A pesar de todo, Gallego se muestra parcialmente optimista. El hecho de que no siempre se haya hablado de Romero sólo con su nombre de pila muestra que los medios “empiezan a darse cuenta de esta diferencia, que empieza a crear controversia. Estamos en un momento social de cambio en el que a veces hay dificultades para saber cómo referirse a las mujeres. Lo positivo es que el tema está sobre la mesa”.


domingo, 19 de octubre de 2014

Análisis feminista de la copla española. Reflejo de los usos amorosos de la sociedad patriarcal

Información de la Coordinadora Feminista


Las letras de la Copla Española ponen de relieve los estereotipos que sobre la mujer van inscritos en el modelo de amor romántico.

En el estudio realizado por Olga Ortiz Hedesa, compañera de la Asamblea de Mujeres de Córdoba Yerbabuena, se pretende visibilizar a través de las letras seleccionadas, los códigos y estereotipos que han contribuido a normativizar la vida cotidiana de mujeres y hombres reforzando la desigualdad, y hacer patente que a través de la copla se ha transmitido el modelo de amor patriarcal como única alternativa al vínculo afectivo-erótico entre personas.

Es un análisis riguroso, bien documentado, y que permitirá a quién se acerque a leerlo tener una visión distinta, desde el FEMINISMO, de la Copla Española, que es el reflejo de los usos amorosos de la sociedad patriarcal en la que vivimos.

Aunque la mayoría de las coplas que aquí se analizan tienen su origen en el siglo pasado, en una sociedad no democrática, nos muestran también que, con matices, no ha habido un gran cambio en las letras de las canciones. Es por eso este trabajo un documento muy valioso como análisis de los usos amorosos.

domingo, 5 de octubre de 2014

Misión "secreta" de una doctora: ayudar a las mujeres de Afganistán

Por Horia Mosadiq, investigadora de Amnistía Internacional sobre Afganistán. Ir a la fuente.



“En Afganistán, casi todas las mujeres tienen una historia dolorosa que contar,” afirma la doctora Lima, mujer afgana que decidió no quedarse de brazos cruzados tras observar casos sobrecogedores de violación y violencia contra mujeres de su país. Lima trabaja para empoderar a las mujeres que corren peligro de sufrir abusos contra los derechos humanos en Afganistán. Es ginecóloga de profesión y ejerce una segunda actividad secreta y peligrosa.

En Afganistán las niñas no tienen acceso a la educación. Los maridos abusan habitualmente de sus esposas y, para muchas familias, la mejor solución al embarazo de una muchacha fuera del matrimonio, aunque sea por violación, es matarla y encubrir el crimen como si fuese una enfermedad o un accidente. © UNHCR/J.Tanner

“Cuando empecé a trabajar, no ayudaba a las mujeres que acudían a mí para que les practicase un aborto. Me negaba”, explica.

Era una reacción esperable en un país en el que el aborto es ilegal en la mayoría de los casos, pero en 2006 Lima se vio confrontada con una historia que le abrió los ojos sobre la dimensión devastadora de las penurias que sufren las mujeres afganas. Esa historia le hizo cambiar de opinión sobre la necesidad del acceso a un aborto seguro y la impulsó a ofrecer abortos, contracepción y otras formas de ayuda a mujeres que no tenían adonde ir.

“La muchacha tenía 17 años y estaba embarazada. Cuando sus padres se enteraron, le dieron en secreto unos medicamentos que la debilitaron y que les facilitó la tarea de matarla sofocándola con una almohada. Tras ese incidente, decidí ayudar a mujeres como ella”, recuerda Lima.

La decisión de Lima –usar su formación médica para prestar atención a la salud y otros servicios de apoyo a las mujeres– puso en peligro su propia vida y la de su familia. Tuvo que empezar a trabajar tratando de pasar desapercibida.

“Todo lo que hago, lo hago en secreto. La única persona que lo sabe es mi esposo”, afirma.

Muchas de las mujeres a las que Lima ha practicado abortos se habían quedado embarazadas a consecuencia de una violación. Lima también ha ayudado a mujeres a tomar anticonceptivos en secreto cuando sus esposos las obligaban a tener más hijos.

Explica así: “Eso también era arriesgado: en ocasiones, cuando pasaba algún tiempo y la mujer no se quedaba embarazada, el marido preguntaba por qué y podía golpearla. Entonces, la mujer me traía al marido y yo le explicaba a éste que, debido a que su esposa había tenido demasiados hijos sin un [intervalo], su cuerpo estaba debilitado y necesitaba tiempo para recuperarse. Entonces el marido aceptaba mi [explicación] y la mujer podía conservar su salud y disfrutar de su vida durante uno o dos años antes de volver a quedarse embarazada”.

La misión de Lima la llevó al este de Afganistán, a una provincia remota y sumida en la pobreza, situada en la frontera con Pakistán. En esta región, la influencia de los talibanes es máxima, y el respeto por los derechos de las mujeres, prácticamente inexistente.


Las niñas no tienen acceso a la educación, los maridos abusan habitualmente de sus esposas y, para muchas familias, la mejor solución al embarazo de una muchacha fuera del matrimonio, aunque sea por violación, es matarla y encubrir el crimen como si fuese una enfermedad o un accidente.


En algunas zonas, las normas tribales estipulan que si las personas de la comunidad descubren que una muchacha se ha quedado embarazada fuera del matrimonio, la matarán para “preservar el honor” y, si la familia de ésta se resiste, también matarán a los familiares. Si se identifica al violador, tanto él como la víctima serán ejecutados públicamente. En la mayoría de los casos, las muchachas no pueden identificar al violador, o éste se da a la fuga, por lo que las niñas acaban pagando con sus vidas el haber sido víctimas de un crimen brutal.

Una niña de una región tribal que se quedó embarazada tras ser violada acudió a Lima para pedirle que le practicase un aborto. La muchacha le contó que el embarazo era un recordatorio constante del horror que había vivido. Además, le aterraba que la mataran y que su familia quedase devastada por una “venganza familiar”.

A una mujer, madre de seis hijos, su marido, que se había casado con otra, la había encerrado con el ganado. “Cuando acudió a mí, la ayudé a ponerse en contacto con el Ministerio de Asuntos de la Mujer y, tras muchos meses de disputas judiciales, por fin consiguió el divorcio”.

“Haga lo que haga un hombre en estas zonas, siempre saldrá impune”, dice Lima.

Cuando trabajaba en Kunar, Lima llevaba un burka para proteger su identidad, pero ello no impidió las amenazas de muerte de los talibanes.

“Empecé a recibir cartas de advertencia que decían que lo que yo hacía era contrario al islam”, cuenta Lima.

En 2009, el peligro de la valiente misión de Lima quedó brutalmente expuesto.

“Una tarde, mi hijo estaba jugando en el jardín frontal de nuestra casa. Oí una explosión, salí apresuradamente y vi a mi hijo cubierto de sangre”, recuerda.

El niño, de 11 años, había sido víctima de un atentado talibán con granada contra el hogar familiar de Lima. Pese a sufrir una herida que le dejó la pierna lisiada, ha sobrevivido y puede andar con ayuda de un bastón.

Pero lo peor llegó seis meses después.

Tras recibir más amenazas y advertencias de los talibanes, el hermano de Lima, de 22 años, murió en otro atentado con granada frente a la clínica que ella regentaba.

Lima se vio obligada a mudarse a un lugar secreto, pero la experiencia sufrida no mermó su compromiso de ayudar a las mujeres de Afganistán. Prosiguió su labor, impulsada por un sentimiento de deber y determinación.

“Quiero servir a mi país y a mi pueblo, que tanto ha sufrido. No puedo agazaparme en un rincón de mi casa”, declara.

Los problemas que tienen las mujeres afganas no van a desaparecer, como tampoco desaparecerán los riesgos para Lima y su familia. Ella dice que está “más preocupada que nunca” por su seguridad ante la incertidumbre constante y las amenazas a la seguridad derivadas de las elecciones presidenciales que tuvieron lugar a principios de año.

“Mi hijo resultó herido y mi hermano murió a consecuencia de mi trabajo, pero nunca he renunciado. Estas actividades no pueden desempeñarse sin sufrimiento. En Afganistán, todas las mujeres sufren”.

A pesar de su propia historia dolorosa, Lima sigue dispuesta a continuar su misión de empoderar y proteger a las mujeres en Afganistán.

Nota: Se ha usado un pseudónimo para garantizar la seguridad de la doctora Lima y de sus pacientes.

sábado, 4 de octubre de 2014

Las ‘devadasi’: niñas de propiedad pública

Publicado por Teresa Santoro en El País
  • Una tradición ancestral india obliga a que niñas de las castas más bajas sean destinadas a satisfacer las necesidades sexuales de los hombres del pueblo
  • Aunque la práctica está prohibida por ley, sigue vigente y está contribuyendo a la expansión del VIH
Ayshwarya y su madre fueron devadasis. / MANOS UNIDAS

Había oído hablar de las mujeres devadasi a alguna de mis compañeras de Manos Unidas. Se mencionaban de pasada en alguno de los proyectos que apoyamos, pero no llegaba a entender bien en qué consistía el sistema de las devadasi, una tradición ancestral por la que mujeres y niñas de la casta más baja son ofrecidas a la diosa Yallamma para ayudar a los sacerdotes con las ofrendas a los dioses. Una vez alcanzada la pubertad, están obligadas a satisfacer sexualmente a los hombres del pueblo; nunca pueden negarse a ello y tampoco les está permitido casarse. Pasan a ser un bien público.

Mi contacto con la realidad de las devadasi fue en el año 2006, en uno de mis primeros viajes a India. Íbamos a identificar un proyecto para el que pedían un centro de formación para trabajadoras de la salud,y en el mismo recinto había una escuela de educación primaria que solicitaba una ampliación para poder acoger a más niños. Está en Jewargi, al sur de la ciudad de Gulbarga, en la zona norte del Estado de Karnataka, en la parte central del subcontinente indio.

Uno de los profesores nos iba explicando los problemas que tenían: la falta de espacio o las dificultades para mantener su asistencia al colegio y para integrarlas en la sociedad. Se pretende que en la escuela se formen y se preparen para que se nieguen a afrontar el futuro al que se ven abocadas. Estábamos en la parte baja del centro; era un pasillo abierto por uno de los laterales, pintado de un verde fuerte, y a los lados había unas niñitas de unos siete a 10 años aproximadamente —es muy difícil calcular la edad en India por la malnutrición que sufren—. Iban pintadas, llenas de collares, pulseras… Como cualquier trabajadora del sexo que podamos encontrar en una de nuestras ciudades. El responsable del centro iba contándonos alguno de los casos de las niñas que allí había y nos explicó por qué había madres en el exterior: estaban vigilando a sus hijas para que nadie abusara de ellas sin que la familia obtuviese previamente un beneficio.

Madre e hija, ambas devadasis. /MANOS UNIDAS

A través de uno de los trabajadores sociales les hacíamos preguntas, como por ejemplo si estaban contentas de estar en la escuela y si ya sabían leer, qué les gustaría ser el día de mañana, etc. Ellas contestaban muy serias, excepto cuando les mencionábamos el tema del matrimonio. En general, las niñas nos decían que toda su ilusión era poder casarse y tener hijos. Mientras, las madres que seguían fuera, a una cierta distancia, tenían las caras más tristes que nunca he visto en India….¡Qué pena ver que a esas niñas no las iban dejar casarse nunca! Se nos hacía un nudo en la garganta por la emoción mientras las pequeñas sonreían abiertamente pensando que el día de mañana llegarían a tener una vida más digna.

Los padres deciden desde la infancia entregar a su hija —generalmente cuando tienen entre cuatro y ocho años— a la diosa Yellamma y la condenan de por vida a ejercer la prostitución. Así, su futuro y el de sus hijos está marcado para siempre. Antes de la época colonial llegaban a tener un estatus social alto y estaban bien consideradas. Según la tradición, las devadasi no se pueden casar. Pertenecen a familias de las castas más bajas, sin recursos económicos. Cuando alcanzan la pubertad, cualquier hombre las puede usar sexualmente.

El sistema de las devadasi está prohibido por una Ley del año 1982, que fue reformada en 1984 y 1988, pero sigue vigente en la práctica y está contribuyendo a la expansión del VIH. Por el norte de Karnataka pasa la carretera nacional más importante del Estado que une Bombay y Bangalore. Los camioneros paran, son contagiados por las devadasis, la mayoría con VIH, y continúan extendiendo la enfermedad en sus pueblos.

¿Cómo es posible que este sistema subsista?, nos preguntábamos. Es una manifestación más de la discriminación de género que existe en India. Las familias se libran de una boca a la que alimentar y, como no se casan, se libran también de la dote, dowry, que tendrían que entregar a la familia del futuro marido. El que nazca una niña en la India es una desgracia porque supone que, para poder darle la dote, tienen que pedir un préstamo y los prestamistas les cobran unos intereses que endeudan a la familia de por vida.

Al estar prohibido el sistema devadasi, ya no están en un templo, sino en lugares discretos y, la mayoría de las veces, en casa de sus padres.

Uno de los cursos de formación para niñas devadasis. / MANOS UNIDAS

En otro viaje fuimos a un dispensario para ver un ecógrafo que habíamos ayudado a financiar. Allí había un letrero enorme que informaba de que por ley tienen prohibido decir el sexo del futuro bebé, para evitar abortos selectivos de niñas.

Manos Unidas, siguiendo el principio de la subsidiaridad que está en su línea de actuación y a instancia de las trabajadoras sociales de Sindargi, está apoyando en la actualidad otro proyecto que pretende empoderar a las niñas devadasi con cursos que las capaciten para poder obtener ingresos propios y abandonar este sistema.

Estoy deseando visitar in situ este nuevo proyecto y conocer directamente de boca de las interesadas cómo ha cambiado su vida con la capacitación que hemos colaborado a mejorar.

Teresa Santoro es voluntaria y miembro del Departamento de Proyectos de Manos Unidas en Costa Oeste de India.

Prostitución en nombre de la tradición

Rakshita, una niña devadasi. / MANOS UNIDAS
Aunque pueda parecer mentira, en el Estado indio de Karnataka pervive en pleno siglo XXI una tradición ancestral cuyo origen es difícil de establecer. Las supersticiones, alimentadas por la pobreza y la ignorancia, llevan a muchas familias a ofrecer a algunas de sus niñas a los templos para librarse de los males que les afectan. 

Estas, una vez alcanzada la pubertad, se convierten en propiedad pública y son destinadas a satisfacer sexualmente a los hombres de su aldea. Una mujer devadasi nunca puede negarse ni casarse. Si lo hace, la diosa llevará la desgracia a sus parientes cercanos. 

Por su falta de instrucción, estas mujeres desconocen que la ley las apoya para negarse a esta práctica. Aunque en 1982 el Gobierno de Karnataka abolió esta práctica, no ofreció programas de reinserción para las víctimas, por lo que han buscado su sustento vendiendo sus cuerpos, ya que a las devadasi sólo les está permitido mendigar cuando alcanzan cierta edad y se ven repudiadas. Llaman a las puertas pidiendo limosna, llevando sobre sus cabezas el ídolo de la diosa a la que fueron dedicadas. Muchas de ellas, terminan en burdeles de Mumbai, Bangalore y Chennai, víctimas del tráfico sexual y de enfermedades como el sida.

El proyecto que apoya Manos Unidas se está desarrollando en la localidad de Sindargi, que dista 60 kilómetros de Bijapur, capital del distrito del mismo nombre. Allí, los Jesuitas, que llevan desde el año 2005 trabajando para que las devadasi sean conscientes de que la prostitución no es su único destino, y menos aún el de sus hijos. Las mujeres reciben asistencia y formación para abandonar de un negocio basado en la preeminencia natural de las castas superiores sobre los dalits o intocables.

Manos Unidas colaborará en la puesta en marcha de actividades como la formación de grupos de autoayuda, cursillos de concienciación sobre salud y discriminación por razón de sexo y de casta, clases de informática, de inglés y de otras materias de las que ya se han beneficiado unas 450 mujeres y sus hijos.

miércoles, 1 de octubre de 2014

1 de octubre de 1931: reconocimiento del derecho al voto de las mujeres


Un día como hoy de 1931 Clara Campoamor conseguía que se reconociese en España el derecho al voto de las mujeres, que estas ejercerían por primera vez en 1933. Un gran paso por la igualdad y la dignidad de las mujeres.

Aquí tenéis un enlace a la película Clara Campoamor, la mujer olvidada que puede ser vista on line. Hoy quisiera que no fuese la mujer olvidada y que se recordase y se reconociese su gran esfuerzo.



Recojo, vía Pinterets de Docu Género, fotografías de este hecho histórico.

Clara Campoamor















Cuando a la Iglesia el aborto no le parecía tan mal

Homúnculo, algo menos que un hombre.
Entrada encontrada en Stranbotic

La doctrina de la Iglesia católica hacia el aborto no ha sido siempre la actual, que considera a cualquier embrión como un “ser humano en potencia”. No fue hastaPío IX (1869) cundo Roma dejó de distinguir entre faetus animatus e inanimatus, la cesura que dividía lo moral de lo inmoral y, siendo la Ley Divina la ley de los hombres, lo legal de lo ilegal.

Sin embargo, entre el siglo XII y el XIX la idea predominante entre los teólogos era que “el alma humana entraba en el feto masculino alrededor del día número 40, y en el feto femenino en torno al día 80″. Esto es, unas seis semanas para los varones y nada menos que 12 semanas para las hembras aunque, como no era posible conocer el sexo del feto hasta el parto (o hasta el aborto) “tan sólo se excomulgaba por abortos posteriores al día 80″, según cuenta Laura Bossi en su imprescindible “Historia natural del alma”*.

Curiosamente la doctrina actual, consagrada en el derecho canónico en 1917 y de nuevo en 1983, papando Juan Pablo II, es la misma que imperó en el seno de la Iglesia desde el siglo IV, cuando Basilio el Grande y Gregorio de Nisa “defendieron la tesis de origen estoico de la animación en el momento de la concepción (el alma se “inyecta” en el útero con el esperma)”, según recoge la neuróloga italiana. El naturalista Alberto el Grande (fallecido en 1280 y maestro de Tomás de Aquino) también era partidario de la “animación simultánea”, aunque su propio discípulo Tomás y san Agustín se subieron al carro de la animación progresiva del embrión, defendida por Aristóteles.


¿Y cómo es que los embriones masculinos se animaban antes que los femeninos? Una vez más es una idea aristotélica. En su “Historia de los animales” el filósofo griego “afirma que los fetos masculinos se “articulan” con mayor precocidad, de acuerdo con su idea de la superioridad masculina en la scala naturae; y según la tradición del Antiguo Testamento (Levítico, 12, 1-5) la mujer es impura hasta 40 días después del nacimiento de un hijo y 80 días después del nacimiento de una hija“. Lo que quiere decir que, pasada la cuarentena de rigor, las mujeres se van equiparando en lo que al alma se refiere a los hombres. Menos mal.

Leído en “Historia natural del alma”.