domingo, 21 de enero de 2018

"El ácido nos ha arruinado la cara, pero no nuestra felicidad ni nuestros sueños"



Ritu Saini tenía 16 años cuando fue atacada por su primo como venganza por rechazar su propuesta de matrimonio. El ácido corrosivo derritió su nariz y su ojo izquierdo. Mientras el líquido le corría por las mejillas y el cuello, su piel se iba arrugando poco a poco. Recuerda la sensación de ardor incomprensible y la imposibilidad de ver nada. Mientras se retorcía de dolor en medio de una concurrida carretera en Rohtak, donde el ataque había ocurrido a plena luz del día, la gente pasaba y miraba, pero nadie acudía a ayudarle. Tras permanecer dos meses ingresada en el hospital le dieron el alta, pero se recluyó en casa durante un año. “Sentía dolor y mucha vergüenza, no quería que la gente me viera”, cuenta.

A Rupa Saa le atacó su madrastra. Ella tenía su propio hijo y no aceptó que fuera parte de su misma familia después de casarse. Rupa recuerda con exactitud el momento del ataque, así lo explica para el documental ‘We are survivors, not victims’: “Eran las dos y media de la madrugada. No había electricidad en el pueblo y estaba todo muy oscuro. Cuando el ácido cayó por mi cara me desperté pensando que estaba lloviendo. Empecé a gritar, mi visión estaba borrosa y empezó a oler mal, como a quemado. Mi cara ardía como el infierno y solo deseaba poder ir a algún lugar frío.”

Las historias de Ritu y Rupa no sólo tienen en común los ataques. Para ellas todo cambió cuando descubrieron la organización Chhanv Foundation, su campaña Stop Acid Attacks y de esta manera la oportunidad de trabajar de cara al público en una cafetería llamada Sheroes Hangout. Así rompieron las barreras del ostracismo al que son condenadas en una sociedad que les repudia y les culpa, recuperaron su autoestima y, sobre todo, su sonrisa. Ahora son supervivientes, no víctimas, y no dudan en recalcarlo una y otra vez para reafirmarse en su convicción y que el mundo sepa que continúan con ganas de vivir y de luchar para que estos casos no sigan repitiéndose. Según datos de la organización, India es uno de los tres países junto con Camboya y Bangladesh donde ocurren más ataques con ácido, la mayoría de veces por disputas económicas o rechazos sentimentales.

La cafetería Sheroes Hangout se encuentra en la turística ciudad de Agra, cerca del Taj Mahal. ‘She-heroes hangout’ significa ‘lugar de reunión de las heroínas’, y ese es precisamente el objetivo del pequeño establecimiento: reunir a supervivientes para que se conozcan, reúnan fuerzas y salgan adelante juntas realizando charlas y talleres, al mismo tiempo que logran ser independientes económicamente y volver a adentrarse en el mundo laboral, algo especialmente difícil tras los ataques de ácido. “La idea es que aprendan el funcionamiento de la cafetería para que si quieren, abran otra en sus ciudades” explica Alok Dixit, fundador de la organización Chhanv. De hecho, ya existen dos cafeterías más en otras ciudades de India.


Al entrar huele a chai, la paz inunda los sentidos y los ojos de los visitantes recorren, curiosos, el establecimiento. Está pintado de colores vivos y sus paredes repletas de dibujos y de fotografías de las supervivientes. Hay libros, llaveros y postales a la venta para apoyar el proyecto. La música tradicional acompaña el ambiente y mientras la gente espera su comida sentada en sus sillones de mimbre, una gran estantería repleta de libros de viajes, novelas y teoría feminista esperan a ser leídos. Tras descubrir los platos que carta esconde, se paga la voluntad, pues el precio no está establecido.

“Después de unirnos a la campaña de Stop Acid Attacks la vida comenzó de nuevo para nosotras. Antes nos encerrábamos en casa, todo el día pensando en lo que había pasado. Ahora tenemos una nueva vida. Fuerza para vivir. Solíamos pensar que preferíamos haber muerto, pero ahora queremos vivir. La gente viene, habla con nosotras, hemos hecho muchos amigos en la cafetería. Ya no tenemos miedo de que nos pase algo malo, porque la realidad es que ya nos ha ocurrido. Ahora solo pueden venir cosas mejores. No podemos dejar que mueran nuestros sueños ni nuestra felicidad. Ahora somos luchadoras, no víctimas” sentencian las supervivientes.

Fácil acceso al ácido

Según la organización Stop Acid Attacks existen entre 250 y 300 ataques de ácido en India cada año, aunque es difícil contabilizarlas por la falta de datos oficiales. Tras varias manifestaciones y una gran campaña de la organización, en 2013 el Tribunal Supremo tipificó como delito estos ataques, endureció la regulación para la venta de sustancias químicas y obligó a los gobiernos estatales a compensar a todas las víctimas con 300.000 rupias (4000 euros). Medidas que a pie de calle son papel mojado ya que el 80% de las supervivientes no reciben la cantidad compensatoria, tal como afirma la organización Make Love Not Scars. La impunidad sigue imperando y el ácido continúa siendo accesible y barato, tanto como 25 céntimos de euro.

Contra el ostracismo y el concepto de belleza

Los ataques de ácido son premeditados y buscan satisfacer deseos de venganza. En la mayoría de los casos se provoca un estigma y una humillación de por vida. “No quieren matarte, quieren hacerte tan fea que nadie te quiera”, explica Saini. Las supervivientes han sabido sortear la trampa en la que sus atacantes querían que cayesen, y han decidido seguir con sus vidas sin miedo, sin vergüenza, y tras varias operaciones, aceptando su nuevo aspecto. “La belleza exterior es momentánea. Siento que ser hermoso por dentro es lo importante, dura toda la vida. Piénsalo, incluso el hombre que me atacó con ácido era bello en el exterior”.

Fuente: Público

miércoles, 17 de enero de 2018

W.I.T.C.H., la conspiración de las brujas feministas



En 1968, en plena batalla contracultural estadounidense, un grupo de mujeres se armó para abolir los estamentos de una sociedad patriarcal. Sus armas no fueron el fusil ni la pistola, fueron la magia y el hechizo, el teatro de guerrilla y los conjuros. No volaban, pero se convirtieron en las nuevas herejes de la estructura social de género a través de la iconografía y literatura de las brujas, y en pocos meses habían multiplicado su miembros en diferentes ciudades.



W.I.T.C.H., Conspiración Internacional de las Mujeres del Infierno, resurgía de las cenizas de miles de mujeres quemadas en la hoguera para unirse a la fiesta contracultural que pretendía cambiar el mundo.


W.I.T.C.H .CONSPIRACIÓN INTERNACIONAL DE LAS MUJERES DEL INFIERNO

Corría el año 1968 cuando la utopía del movimiento contracultural estadounidense parecían una realidad palpable. El movimiento Black Power se había convertido en una máquina unidireccional de liberación que aglutinaba y alimentaba los sueños de una comunidad entregada. La oposición a la guerra de Vietnam, el movimiento hippie en su versión más radical con los Weathermen, la SDS (Students for a Democratic Society) o los Black Panthers como organizaciones políticas, junto a las reivindicaciones artísticas y musicales de una nueva generación que clamaba a gritos un cambio social radical se convirtieron en el principal demonio autóctono del gobierno de Estados Unidos.

Todavía faltaban unos años para que algunos de estos grupos pasaran a la acción armada y la idea de que la revolución era posible a través del arte aún alimentaba las esperanzas de cambio.

Muchas mujeres tomaron parte en esa marcha de transformación como miembros de asociaciones mixtas, pero fue también bajo ese firmamento revolucionario contracultural donde observaron que en la cruzada por la conquista del nuevo mundo no se había contado con las mujeres, y no dudaron en dar un golpe sobre la mesa de debate de quien por entonces era la Nueva Izquierda.

Exorcismo W.I.T.C.H. en la Universidad de California


Así nació W.I.T.C.H., como un grupo activista de mujeres inspirado en las agrupaciones mixtas de la contracultura estadounidense que no toleraba dejar de lado la cuestión de género en la conquista de una nueva sociedad.

Susan Wildburg, de W.I.T.C.H., escribió al respecto que “contemplaban cómo se repetían los viejos esquemas machistas, la misma ideología patriarcal que habían sufrido ellas mismas, sus propias madres y las madres de sus madres. Las viejas organizaciones no les servían; los viejos grupos radicales estaban agotados… Esa construcción de la nueva sociedad, que parecía ser obra exclusiva de los hombres, excluía los derechos de las mujeres y planteaba la lucha siempre en términos femeninos y nunca feministas. El debate del machismo dentro de la izquierda resultaba incómodo y áspero para muchos militantes, incluso ingrato. Nadie quería hablar de ello. La lucha feminista se proyectaba como una ausencia, una lucha contra el espejismo idealista de los hombres de izquierda condescendientes con sus mujeres.”

De esta forma, en plena combustión política, las mujeres reabrían un nuevo paradigma, el feminista, que si bien procedía de la tradición de las sufragista, se mantenía al margen de las principales reivindicaciones.

Aparecieron multitud de grupos exclusivamente de mujeres que reflexionaban sobre su papel en la revolución social y donde eran ellas mismas quienes proponían y deliberaban sobre la problemática de género en la estructura social desde un punto de vista genuinamente de mujer.

De entre los distintos grupos feministas de finales de los sesenta apareció W.I.T.C.H., Conspiración Internacional de las Mujeres del Infierno, quizá uno de los más seductores y singulares de todos ellos.

Tenían la teoría y contaban con la experiencia como militantes de grupos mixtos, pero faltaba completar el grupo con una metafísica. Fue así como Robin Morgan, una de las principales fundadoras, terminó de darle forma cuando en una de sus reuniones dijo: “Mirad, tenéis un análisis político, pero no tenéis una cosmología. Sé lo suficiente para comenzar esto. El resto nos lo tenemos que inventar.”




W.I.T.C.H. Comunicados y Hechizos. La Felguera Editores, 2015

Las nuevas herejes

Las miembros de W.I.T.C.H. se auto-declararon brujas, y envolvieron su discurso de un universo esotérico que resucitaba el lado oscuro que había llevado a miles de mujeres a la hoguera. Del pasado se trajeron el relato de todas las mujeres asesinadas por el poder eclesiástico. Inventaron un mundo literario alrededor de un proyecto de acción directa donde conjuros y hechizos se convirtieron en las armas de guerra para acabar con el enemigo. Se abría un firmamento literario que recogía toda la iconografía de la historia de las brujas para asaltar la calle como un espacio público de acción. Su estética facilitó su crecimiento, y al poco tiempo habían contagiado a multitud de grupos de otras ciudades.

Fue en el Gem Spa de Nueva York, el día de Halloween, donde se dieron a conocer. Frente a la presencia de periodistas de diferentes medios de comunicación se agruparon dentro de un círculo dibujado en el suelo para protestar por el juicio a los 8 de Chicago. Fuen cuando juntas pronunciaron su hechizo fundacional:

“En el sagrado y Más poderoso Nombre de W.I.T.C.H., Conspiración Terrorista Internacional de Mujeres del Infierno. Nosotras, Hermanas Brujas del único verdadero Subsuelo, anunciamos nuestra presencia y comenzamos nuestro hechizo.”

Rueda de prensa W.I.T.C.H en Chicago

¿Por qué brujas?  Porque La Rebelión Es Como El Pecado De La Brujeria

MANIFIESTO

W.I.T.C.H. ES UN TODO DE TODAS LAS MUJERES. Es teatro, magia de la revolución, terror, alegría, flores de ajo, hechizos. Es la conciencia de que las brujas y las gitanas fueron las primeras guerrilleras y luchadoras de la resistencia contra la opresión -especialmente la opresión contra las mujeres- a través de la historia. Las brujas siempre han sido mujeres que se han atrevido a ser geniales, valientes y regresivas, inteligentes, inconformistas, exploradoras, curiosas, independientes, liberadas sexualmente, revolucionarias.

Esto posiblemente explica por qué nueve millones de ellas fueron quemadas. Las brujas han sido las primeras cabezas pensantes. Las primeras practicantes del control de la natalidad y abortistas, las primeras alquimistas (convierte todo lo inservible en oro y devaluarás toda la idea del dinero). No reconocían la superioridad de ningún hombre, siendo los vestigios vivientes de la más vieja de las culturas, aquella en la que hombres y mujeres tenían igualdad de derechos en una sociedad verdaderamente cooperadora, antes de que la represión mortífera a nivel sexual, económico y espiritual de la Sociedad Fálica Imperialista tomase el mando y comenzase a destruir la naturaleza y la sociedad humana.

W.I.T.C.H. vive y ríe en cada mujer. Es la parte libre de cada una de nosotras, bajo las sonrisas tímidas, la aprobación ante la absurda dominación masculina, el maquillaje o la ropa asfixiante para la piel que nuestra sociedad enferma nos exige llevar. No hay una casi W.I.T.C.H. . Si eres una mujer y te atreves a mirar dentro de ti, eres una bruja. Crea tus propias normas. Eres libre y hermosa. Puedes ser invisible o visible acerca de cómo elijas dar a conocer tu cara de bruja. Puedes crear tu propio grupo de hermanas brujas (trece es un número acogedor para un grupo) y hacer tus propias acciones.

Todo lo represivo, lo orientado únicamente a los hombres, lo codicioso, lo puritano, lo autoritario, esos son tus objetivos. Tus armas son el teatro, la sátira, las explosiones, la magia, las hierbas, la música, los disfraces, las cámaras, las máscaras, los cánticos, las pegatinas, las plantillas y la pintura, las películas, las panderetas, los ladrillos, las escobas, las armas, las muñecas de vudú, los gatos, las velas, las campanillas, la tiza, los trozos de uña, los cócteles molotov, los círculos venenosos, las mechas, las grabadoras, el incienso y tu propia y hermosa imaginación sin límites. Tu poder procede de tu propio ser como mujer, y se activa al trabajar conjuntamente con tus hermanas. El poder del Grupo es más que la suma de sus miembros individuales, porque es todas juntas.

Tienes el compromiso de liberar a nuestros hermanos de la opresión y de los roles sexuales estereotipados (tanto si les gusta como si no) al igual que a nosotras mismas. Te vuelves bruja al decir en alto soy una bruja tres veces y al pensar en ello. Te vuelves bruja siendo mujer, no dócil, enfadada, alegre e inmortal.”

Robin Morgan, W.I.T.C.H., arrestada. 1970

Directas a la calle

En Chicago rociaron con uñas y mechones de pelo el Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago tras el despido de una profesora feminista. Protestaron ardientemente frente a la subida de las tarifas de la misma universidad. Boicotearon la Convención del Partido Demócrata de 1968 en Chicago con la aparición de una de sus militantes portando desnuda una cabeza de cerdo en una bandeja. Realizaron exorcismos públicos y boicotearon concursos de mises, quemaban sujetadores y se negaban a ser fotografiadas con hombres. Ruedas de prensa incendiarias con los medios de comunicación, conjuros y hechizos públicos contra personas y organizaciones involucradas en la industria de la guerra de Vietnam. Participaron en la protesta realizada ante la bolsa de Nueva York bajo la cabecera Wall Street is War Street, donde lanzaron un hechizo con el propósito de hundir la bolsa (paradójicamente ese día la bolsa de NY cerraba con pérdidas, lo mismo que el día siguiente). Y poco después, en ese mismo año, efectuaban otro hechizo público contra la empresa United Fruit Company, una empresa vinculada a regímenes dictatoriales en el tercer mundo.

Sharon Krebs, W.I.T.C.H., Convención del Partido Demócrata. Chicago 1968

La vida de W.I.T.C.H. fue corta e intensa. Tan solo dos años, los que van de 1968 a 1970. Una aventura que terminaba con el inicio de una nueva década que traería consigo una fuerte campaña de represión gubernamental y la formación de grupos contraculturales armados. Las brujas desaparecían antes de que esto ocurriera, pero dejaban un legado de literatura feminista de tremenda actualidad. La brecha estaba abierta, la dirección tomada, y un nuevo paradigma iluminaba el camino desde lo más recóndito del lado oscuro.

Cuando te enfrenteas a una de nosotras

¡te enfrentas a todas!


EL HECHIZO W.I.T.C.H.


Doble, burbuja, guerra y escombros.

Cuando te enredas con mujeres te metes en líos.

Somos condenadas por asesinato si se plantea un aborto.

Condenadas por vergüenza si no tenemos un hombre.

Condenadas por conspiración si luchamos por nuestros derechos.

Y quemadas en la hoguera cuando nos levantamos para luchar.

Doble, burbuja, guerra y escombros.

Cuando te enredas con una mujer estarás en líos.

Maldecimos tu imperio para poder hacerlo caer.

Cuando te enfrenteas a una de nosotras ¡te enfrentas a todas!

Pasa la palabra hermana


Artículo publicado en : ChopperMonster

sábado, 6 de enero de 2018

Nüshu 女书: el lenguaje secreto de las mujeres en China




«Los hombres salen de la casa para enfrentarse al mundo exterior, pero las mujeres no son menos valientes al crear un lenguaje que ellos no pueden entender»

Cartas del tercer día.


Sabemos que la Historia la escriben los vencedores, y esta siempre ha sido narrada por hombres para los hombres, convirtiéndose en los máximos artífices de las grandes y heroicas hazañas. La sociedad patriarcal, imperante en la mayor parte de las sociedades, se ha encargado de configurar el rol de la mujer a través de una prolongada subordinación; pero lo cierto es que en el trascurso de la humanidad, en ciertos momentos históricos, las mujeres han tomado conciencia de las contradicciones de su relación con la sociedad, en la que se veían excluidas y oprimidas, y han pasado a la acción, como ocurrió en Francia en el siglo XIX en los clubes de mujeres republicanas que pedían que los tres ideales de la época –Libertad, Fraternidad e Igualdad– se aplicasen también a la mujer.

Si nos remontamos un poco más atrás en la historia y ponemos la mirada en la otra parte del planeta, como vía de escape a una sociedad fuertemente patriarcal, las mujeres chinas inventaron su propio idioma: el nüshu (女书) –aunque hay quien remonta el origen de este lenguaje al siglo III, lo cierto es que la mayor parte de la poca documentación que se conserva sobre él es de época Ming (1368-1644)–, con el que se mantenían en contacto, expresaban sus emociones, sus sueños y sus deseos, sin correr peligro de ser castigadas por ello.

A la izquierda, chino mandarín, a la derecha, nüshu. 

A lo largo de la historia, la mujer en China ha seguido un camino descendente. Es cierto que existen muchas pistas que llevan a pensar a los investigadores en un matriarcado en la zona, donde en numerosos documentos históricos se habla del reino de las mujeres, situado entre el mundo chino y el tibetano –hoy en día sigue existiendo en la zona los Mosuo una sociedad fuertemente matriarcal. Además, en ellos también se menciona a guerreras que quedaban embarazadas por elementos de la naturaleza, y donde los hombres tenían escasa importancia. Asimismo, la arqueología aporta pruebas de un buen número de figuras de diosas pertenecientes a las antiguas comunidades neolíticas. Sin embargo, poco a poco, y a medida que aumentaba la población y los bienes, el papel de la mujer fue quedando relegado, pasando de una posición muy elevada en la dinastía Shang (1755-1122 a. n. e.) –donde se dedicaban a la guerra, a la adivinación y a la dirección agrícola– a quedar plenamente sometida al hombre en la siguiente dinastía, la Zhou (1122-256 a. n. e.); existiendo épocas donde la mujer gozó de cierta libertad, como durante la dinastía Tang (618-705) –donde vemos mujeres combatiendo en el campo de batalla–, o con la ocupación mongola en los siglos XIII-XIV –donde al menos 11 emperatrices se ocuparon de los asuntos de Estado, pues guiaron el país antes de que el nuevo emperador fuera seleccionado. En la época que nos ocupa, la dinastía Ming (1368-1644), la posición de la mujer volvió a tomar un rumbo descendente. Es ahora cuando se enfatizan las enseñanzas confucianas. Así, el culto a las viudas castas se acentuó, alcanzando las 35000 registradas, cuando solo había sido una docena durante la dinastía Song (960–1279). Se produjo una represión contra todo lo que no fuera el ideal del matrimonio confuciano, completándose la subordinación de la mujer al hombre en todos los ámbitos.

Según las investigaciones, al sur de China, en Jiangyong, hace más de cuatrocientos años, las mujeres crearon una lengua que se trasmitiría de madres a hijas: el nüshu (女书), que significa «lengua de mujeres». En una sociedad, como hemos mencionado anteriormente, fuertemente patriarcal durante la dinastía Ming, donde se les negaba la escuela, donde la mujer era tomada por esposa como si fuese ganado, y donde apenas salían a la calle, como dejó por escrito el misionero portugués Gaspar da Cruz en 1556:

«En general ellas no salen, tal es que en toda la ciudad de Catam no se ve ni una sola mujer. Cuando salen no se las ve porque van en sillas cerradas, ni siquiera se las ve cuando alguien va a su casa, a menos que por curiosidades asomen por detrás de la cortina de la puerta para observar a los visitantes cuando son extranjeros.»

Era normal que las mujeres se dedicaran a codificar sus secretos y sus quejas.


Una leyenda relata que la lengua fue inventada por una de las concubinas del emperador, Hu Yuxin, que trasladada desde su aldea natal encontró el modo de escribir en un lenguaje que ningún hombre entendía para comunicarle a su familia que se sentía sola. Bordaba telas expresando sus sentimientos y las enviaba a sus hermanas. Aunque existen distintas versiones sobre cómo se creó esta lengua, todas tienen algo en común: una joven aislada necesitada de expresarse.

Lo cierto es que las mujeres chinas perdían todos los lazos familiares una vez que contraían matrimonio, para convertirse en parte de la familia de su marido. No solo su vida afectiva se veía desamparada, sino que tenían que iniciar nuevas relaciones, viviendo tanto o más recluidas que en Occidente. No es de extrañar que, y según los investigadores, es posible que alguna mujer emparentada con las autoridades lograra aprender a escribir, e imitara la escritura de forma rudimentaria. La difusión del nüshu por mujeres no escolarizadas, rurales y sometidas a las estrictas normas de la sociedad rural, puso al alcance de ellas un código con el que poder comunicarse, utilizando el ajuar, las piezas decorativas de la casa, abanicos, prendas de ropa, objetos de adorno personal, etc. Gracias a esta lengua, las mujeres rompían la soledad que implicaba ser esposas de hombres de otras aldeas, obligadas a vivir en condición de casi esclavas.

Según la tradición, las madres de las zonas rurales del sur de China transmitían el nüshu a sus hijas cuando eran pequeñas, y tres días después de que contrajeran matrimonio, estas recibían El Libro del tercer día, donde en las primeras páginas hallaban palabras en nüshu de felicitaciones y tristeza. Las demás estaban vacías para que fueran su diario.

Con unos 2000 caracteres, el nüshu es una lengua fonética, a diferencia del chino mandarín, que es logográfico –cada caracter representa una palabra o parte de una palabra–. La escritura es de arriba-abajo y de derecha-izquierda. Algunos de los caracteres se asemejan al chino mandarín, y según algunos especialistas, los movimientos pequeños y finos son el resultado de una mano experta en labores manuales, por lo que se cree que las mujeres de las zonas rurales que sabían nüshu no eran agricultoras, sino artesanas. Para muchos, esta escritura es producto de la discriminación sexual; para otros, un refinado tipo de cultura oral transmitida a través de generaciones de mujeres. Casi no ha quedado documentación escrita, puesto que era costumbre quemar o enterrar con las muertas los manuscritos en nüshu.

Yang Huanyi, la última hablante de nüshu.
La lengua de las mujeres no era ningún secreto para los hombres de su comunidad; sin embargo, a ellos no les interesaba. En los años cincuenta del siglo XX, Zhou Shuoyi, un empleado del departamento cultural de Jiangyong, informó a Beijing del descubrimiento de una lengua de las mujeres, dándose a conocer al mundo en la década de los ochenta. En 2004 murió la última mujer que lo hablaba, Yang Huanyi, viuda de un granjero que aprendió el idioma siendo niña, y que confesaba: «hizo nuestras vidas mejores, porque nos ofreció un modo de poder expresarnos». Hoy en día, el nüshu se enseña en Jiangyong, tanto a mujeres como a hombres, y se ha convertido en un recurso turístico para la zona.

El nüshu ha sido el eje conductor en dos novelas del siglo XXI: El secreto del Jin-shei (2007) y El abanico de seda (2005). Mientras la primera narra la historia de una hermandad de ocho mujeres de diferentes linajes del mítico reino chino, Syai, que quedan unidas por un juramento y en el que se comunican en un lenguaje que solo conocen ellas: el jin-ashu –equivalente al nüshu histórico–; en la segunda novela se narra la vida de una tímida niña de siete años, procedente de una familia de campesinos, que es hermanada con Flor de Nieve, con la que se intercambiará mensajes en nüshu, escritos en un abanico de seda, que las sirvientas llevarán de una casa a la otra.


Bibliografía|

CEINOS ARCONES, P. “El matriarcado en China. Madres, reinas, diosas y chamanes”, Madrid: Miraguano SA. Ediciones, 2011.

DALIN, L, “El Imperio del deseo”, Madrid: Alianza Editorial, 2010.

PACI, N., “Nushu, el lenguaje de mujeres”, Agenda de Mujeres, 2012.

ROMERO, R. “The role of matriarchies and patriarchies in social evolution”, Graduate Studies of Texas y M. University, 2008.

SATNE, M., “Nushu, la lengua china, femenina y secreta”, El Psicoanalítico: ¡Mujeres!, nº 7, 2011.

Artículo escrito por Mar Solís y publicado en Témpora