Por Horia Mosadiq, investigadora de Amnistía Internacional sobre Afganistán. Ir a la fuente.
“En Afganistán, casi todas las mujeres tienen una historia dolorosa que contar,” afirma la doctora Lima, mujer afgana que decidió no quedarse de brazos cruzados tras observar casos sobrecogedores de violación y violencia contra mujeres de su país. Lima trabaja para empoderar a las mujeres que corren peligro de sufrir abusos contra los derechos humanos en Afganistán. Es ginecóloga de profesión y ejerce una segunda actividad secreta y peligrosa.
“Cuando empecé a trabajar, no ayudaba a las mujeres que acudían a mí para que les practicase un aborto. Me negaba”, explica.
Era una reacción esperable en un país en el que el aborto es ilegal en la mayoría de los casos, pero en 2006 Lima se vio confrontada con una historia que le abrió los ojos sobre la dimensión devastadora de las penurias que sufren las mujeres afganas. Esa historia le hizo cambiar de opinión sobre la necesidad del acceso a un aborto seguro y la impulsó a ofrecer abortos, contracepción y otras formas de ayuda a mujeres que no tenían adonde ir.
“La muchacha tenía 17 años y estaba embarazada. Cuando sus padres se enteraron, le dieron en secreto unos medicamentos que la debilitaron y que les facilitó la tarea de matarla sofocándola con una almohada. Tras ese incidente, decidí ayudar a mujeres como ella”, recuerda Lima.
La decisión de Lima –usar su formación médica para prestar atención a la salud y otros servicios de apoyo a las mujeres– puso en peligro su propia vida y la de su familia. Tuvo que empezar a trabajar tratando de pasar desapercibida.
“Todo lo que hago, lo hago en secreto. La única persona que lo sabe es mi esposo”, afirma.
Muchas de las mujeres a las que Lima ha practicado abortos se habían quedado embarazadas a consecuencia de una violación. Lima también ha ayudado a mujeres a tomar anticonceptivos en secreto cuando sus esposos las obligaban a tener más hijos.
Explica así: “Eso también era arriesgado: en ocasiones, cuando pasaba algún tiempo y la mujer no se quedaba embarazada, el marido preguntaba por qué y podía golpearla. Entonces, la mujer me traía al marido y yo le explicaba a éste que, debido a que su esposa había tenido demasiados hijos sin un [intervalo], su cuerpo estaba debilitado y necesitaba tiempo para recuperarse. Entonces el marido aceptaba mi [explicación] y la mujer podía conservar su salud y disfrutar de su vida durante uno o dos años antes de volver a quedarse embarazada”.
La misión de Lima la llevó al este de Afganistán, a una provincia remota y sumida en la pobreza, situada en la frontera con Pakistán. En esta región, la influencia de los talibanes es máxima, y el respeto por los derechos de las mujeres, prácticamente inexistente.
Las niñas no tienen acceso a la educación, los maridos abusan habitualmente de sus esposas y, para muchas familias, la mejor solución al embarazo de una muchacha fuera del matrimonio, aunque sea por violación, es matarla y encubrir el crimen como si fuese una enfermedad o un accidente.
En algunas zonas, las normas tribales estipulan que si las personas de la comunidad descubren que una muchacha se ha quedado embarazada fuera del matrimonio, la matarán para “preservar el honor” y, si la familia de ésta se resiste, también matarán a los familiares. Si se identifica al violador, tanto él como la víctima serán ejecutados públicamente. En la mayoría de los casos, las muchachas no pueden identificar al violador, o éste se da a la fuga, por lo que las niñas acaban pagando con sus vidas el haber sido víctimas de un crimen brutal.
Una niña de una región tribal que se quedó embarazada tras ser violada acudió a Lima para pedirle que le practicase un aborto. La muchacha le contó que el embarazo era un recordatorio constante del horror que había vivido. Además, le aterraba que la mataran y que su familia quedase devastada por una “venganza familiar”.
A una mujer, madre de seis hijos, su marido, que se había casado con otra, la había encerrado con el ganado. “Cuando acudió a mí, la ayudé a ponerse en contacto con el Ministerio de Asuntos de la Mujer y, tras muchos meses de disputas judiciales, por fin consiguió el divorcio”.
“Haga lo que haga un hombre en estas zonas, siempre saldrá impune”, dice Lima.
Cuando trabajaba en Kunar, Lima llevaba un burka para proteger su identidad, pero ello no impidió las amenazas de muerte de los talibanes.
“Empecé a recibir cartas de advertencia que decían que lo que yo hacía era contrario al islam”, cuenta Lima.
En 2009, el peligro de la valiente misión de Lima quedó brutalmente expuesto.
“Una tarde, mi hijo estaba jugando en el jardín frontal de nuestra casa. Oí una explosión, salí apresuradamente y vi a mi hijo cubierto de sangre”, recuerda.
El niño, de 11 años, había sido víctima de un atentado talibán con granada contra el hogar familiar de Lima. Pese a sufrir una herida que le dejó la pierna lisiada, ha sobrevivido y puede andar con ayuda de un bastón.
Pero lo peor llegó seis meses después.
Tras recibir más amenazas y advertencias de los talibanes, el hermano de Lima, de 22 años, murió en otro atentado con granada frente a la clínica que ella regentaba.
Lima se vio obligada a mudarse a un lugar secreto, pero la experiencia sufrida no mermó su compromiso de ayudar a las mujeres de Afganistán. Prosiguió su labor, impulsada por un sentimiento de deber y determinación.
“Quiero servir a mi país y a mi pueblo, que tanto ha sufrido. No puedo agazaparme en un rincón de mi casa”, declara.
Los problemas que tienen las mujeres afganas no van a desaparecer, como tampoco desaparecerán los riesgos para Lima y su familia. Ella dice que está “más preocupada que nunca” por su seguridad ante la incertidumbre constante y las amenazas a la seguridad derivadas de las elecciones presidenciales que tuvieron lugar a principios de año.
“Mi hijo resultó herido y mi hermano murió a consecuencia de mi trabajo, pero nunca he renunciado. Estas actividades no pueden desempeñarse sin sufrimiento. En Afganistán, todas las mujeres sufren”.
A pesar de su propia historia dolorosa, Lima sigue dispuesta a continuar su misión de empoderar y proteger a las mujeres en Afganistán.
Nota: Se ha usado un pseudónimo para garantizar la seguridad de la doctora Lima y de sus pacientes.
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