Fatema Mernissi,
nacida en Fez en 1940, estudió Ciencias Políticas y fue becada por la Sorbona para un doctorado en la universidad de Brandeis, Estados Unidos.
Historiadora, ensayista, doctora en sociología y profesora en la Universidad
Mohamed V de Rabat. También ha sido asesora de varios organismos como la UNESCO
o la BIT. Es una de las intelectuales marroquíes más conocidas en Europa,
destacando por su defensa de los derechos de la mujer y por ser una autoridad
mundial en estudios de El Corán, así como por el estudio del impacto de las
nuevas tecnologías en el mundo islámico.
Mernissi defiende un concepto humanista donde las mujeres
tienen que asumir su papel luchando con la palabra, el arma principal para
lograr la igualdad, y un enfoque por la lucha por los derechos humanos y
la revolución a través de la mejora de las habilidades de comunicación.
En 2003 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las
Letras, junto a Susan Sontag.
El harén de las
mujeres occidentales es la talla 38
“Mientras intentaba encontrar, sin éxito, una falda de
algodón en unos grandes almacenes en Estados Unidos, oí por primera vez que mis
caderas no iban a caber en la talla 38. A continuación viví la desagradable
experiencia de comprobar cómo el estereotipo de belleza vigente en el mundo
occidental puede herir psicológicamente y humillar a una mujer. Tanto, incluso,
como la actitud de la policía pagada por el Estado para imponer el uso del
velo, en países con regímenes extremistas como Irán, Afganistán o Arabia Saudí.
La elegante señorita del establecimiento me miró de arriba
abajo desde detrás del mostrador y, sin hacer el menor movimiento, sentenció
que no tenía faldas de mi talla: ¡Es usted demasiado grande! – dijo.
– ¿Comparada con qué? – repliqué.
– Pues con la talla 38. Lo normal es una 36 o una 38. Las
tallas grandes, como la que usted necesita, puede encontrarlas en tiendas
especiales.
Era la primera vez que me decían semejante estupidez
respecto a mi talla.
– Y ¿se puede saber quién establece lo que es normal y
lo que no? – pregunté a la dependienta como queriendo recuperar algo de mi
seguridad si ponía a prueba las reglas establecidas. – ¿Quién ha dicho que todo
el mundo deba tener la talla 38? – bromeé, sin mencionar la talla 36, que es la
que usa mi sobrina de doce años, delgadísima.
– La norma está presente en todas partes, querida mía. En
las revistas, en los anuncios. Es imposible no verlo. Si aquí se vendiera la
talla 46 ó 48, que son probablemente las que usted necesita, nos iríamos a la
bancarrota. Pero ¿en qué mundo vive usted, señora? Lo siento, pero no puedo
ayudarla, de verdad.
– Pues vengo de un país donde no existen las tallas en
la ropa de mujer – repliqué-. Yo misma me compro la tela, y la costurera del
barrio o un artesano me hacen la falda que le pido a medida. De hecho, si
quiere que le diga la verdad, no tengo ni idea de qué talla uso.
– ¿Quiere usted decir que no vigila su peso? – me preguntó
con cierta incredulidad.”
Fatema Mernissi a partir de esta experiencia reflexiona
sobre nuestra violencia simbólica en el último capítulo de su
obra “El harén en Occidente”, uno de esos pequeños grandes libros de obligada lectura.
Fatema concluye que “a diferencia del hombre musulmán, que
establece su dominación por medio del uso del espacio (excluyendo a la mujer de
la arena pública), el occidental manipula el tiempo y la luz. Este último
afirma que la mujer es bella cuando aparenta catorce años y al dar el máximo de
importancia a esa imagen de niña y fijarla en la iconografía como ideal de
belleza, condena a la invisibilidad a la mujer madura”. Mernissi añade que no
se ataca directamente la edad, sino que se enmascara como opción estética.
“En efecto, en aquella tienda no solo me sentí repentinamente horrorosa, sino
también inútil. Mientras los ayatolás consideran a la mujer según el uso que
haga del velo, en Occidente son sus caderas orondas las que la señalan y
marginan… El objetivo es el mismo en ambos casos.” Prosigue: “el poder del
hombre occidental reside en dictar cómo debe vestirse la mujer y qué
aspecto debe tener. Es el hombre quien controla la industria de la moda, desde
la cosmética hasta la ropa interior. Me di cuenta de que Occidente es la única
parte del mundo donde las cuestiones de la moda femenina son un negocio
dirigido por hombres. En países como Marruecos la moda es cosa de mujeres.”
Esta es la visión acerca de la violencia simbólica
occidental para una mujer árabe culta como Fatema Mernissi. Una visión que
personalmente me impactó cuando la leí por primera vez, en tanto que como mujer
occidental era la primera vez que sentía sobre mi cultura patriarcal la mirada
crítica de una persona de origen árabe, una mirada feminista y taninflexible como
nuestras miradas cotidianas al uso del velo y otras costumbres de la cultura
patriarcal árabe. Fue un choque enriquecedor. Verse a través de los ojos
de “el otro” siempre lo es.
El fragmento que aquí he reproducido, resumido, su autora lo
vivió y escribió hace más de una década, sin embargo no parece tan lejano. Por
el contrario, resulta muy actual tanto en las cuestiones que aborda acerca del
control sobre la mujer en occidente como aquellas relativas al mundo
árabe. Cierto que, a distintos ritmos, se están produciendo avances
positivos en ambos hemisferios, pero es un hecho que son lentos y que
situaciones como las que vivió la escritora marroquí en aquella tienda
estadounidense a finales de los 90, actualmente siguen presentes en nuestro día
a día femenino.
Una de las últimas exclamaciones de Fatema Mernissi en este
pasaje es: “¡Qué espanto si a los fundamentalistas les diera por imponer no
solo el velo, sino también la talla 38!” Añado: ¡qué espanto si a los
gurús de la moda occidental les diera por enmascarar de opción estética no solo
la talla 38, sino también el velo! Doble e igual espanto si como mujeres de una
cultura u otra, cualquiera de ellas no son nuestra real, consciente y libre
elección.
Fuente: El Harén en Occidente, de Fatema Mernissi,
2000, a través de Órbita
Diversa
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