Ritu Saini tenía 16 años cuando fue atacada por su primo como venganza por rechazar su propuesta de matrimonio. El ácido corrosivo derritió su nariz y su ojo izquierdo. Mientras el líquido le corría por las mejillas y el cuello, su piel se iba arrugando poco a poco. Recuerda la sensación de ardor incomprensible y la imposibilidad de ver nada. Mientras se retorcía de dolor en medio de una concurrida carretera en Rohtak, donde el ataque había ocurrido a plena luz del día, la gente pasaba y miraba, pero nadie acudía a ayudarle. Tras permanecer dos meses ingresada en el hospital le dieron el alta, pero se recluyó en casa durante un año. “Sentía dolor y mucha vergüenza, no quería que la gente me viera”, cuenta.
A Rupa Saa le atacó su madrastra. Ella tenía su propio hijo y no aceptó que fuera parte de su misma familia después de casarse. Rupa recuerda con exactitud el momento del ataque, así lo explica para el documental ‘We are survivors, not victims’: “Eran las dos y media de la madrugada. No había electricidad en el pueblo y estaba todo muy oscuro. Cuando el ácido cayó por mi cara me desperté pensando que estaba lloviendo. Empecé a gritar, mi visión estaba borrosa y empezó a oler mal, como a quemado. Mi cara ardía como el infierno y solo deseaba poder ir a algún lugar frío.”
Las historias de Ritu y Rupa no sólo tienen en común los ataques. Para ellas todo cambió cuando descubrieron la organización Chhanv Foundation, su campaña Stop Acid Attacks y de esta manera la oportunidad de trabajar de cara al público en una cafetería llamada Sheroes Hangout. Así rompieron las barreras del ostracismo al que son condenadas en una sociedad que les repudia y les culpa, recuperaron su autoestima y, sobre todo, su sonrisa. Ahora son supervivientes, no víctimas, y no dudan en recalcarlo una y otra vez para reafirmarse en su convicción y que el mundo sepa que continúan con ganas de vivir y de luchar para que estos casos no sigan repitiéndose. Según datos de la organización, India es uno de los tres países junto con Camboya y Bangladesh donde ocurren más ataques con ácido, la mayoría de veces por disputas económicas o rechazos sentimentales.
La cafetería Sheroes Hangout se encuentra en la turística ciudad de Agra, cerca del Taj Mahal. ‘She-heroes hangout’ significa ‘lugar de reunión de las heroínas’, y ese es precisamente el objetivo del pequeño establecimiento: reunir a supervivientes para que se conozcan, reúnan fuerzas y salgan adelante juntas realizando charlas y talleres, al mismo tiempo que logran ser independientes económicamente y volver a adentrarse en el mundo laboral, algo especialmente difícil tras los ataques de ácido. “La idea es que aprendan el funcionamiento de la cafetería para que si quieren, abran otra en sus ciudades” explica Alok Dixit, fundador de la organización Chhanv. De hecho, ya existen dos cafeterías más en otras ciudades de India.
Al entrar huele a chai, la paz inunda los sentidos y los ojos de los visitantes recorren, curiosos, el establecimiento. Está pintado de colores vivos y sus paredes repletas de dibujos y de fotografías de las supervivientes. Hay libros, llaveros y postales a la venta para apoyar el proyecto. La música tradicional acompaña el ambiente y mientras la gente espera su comida sentada en sus sillones de mimbre, una gran estantería repleta de libros de viajes, novelas y teoría feminista esperan a ser leídos. Tras descubrir los platos que carta esconde, se paga la voluntad, pues el precio no está establecido.
“Después de unirnos a la campaña de Stop Acid Attacks la vida comenzó de nuevo para nosotras. Antes nos encerrábamos en casa, todo el día pensando en lo que había pasado. Ahora tenemos una nueva vida. Fuerza para vivir. Solíamos pensar que preferíamos haber muerto, pero ahora queremos vivir. La gente viene, habla con nosotras, hemos hecho muchos amigos en la cafetería. Ya no tenemos miedo de que nos pase algo malo, porque la realidad es que ya nos ha ocurrido. Ahora solo pueden venir cosas mejores. No podemos dejar que mueran nuestros sueños ni nuestra felicidad. Ahora somos luchadoras, no víctimas” sentencian las supervivientes.
Según la organización Stop Acid Attacks existen entre 250 y 300 ataques de ácido en India cada año, aunque es difícil contabilizarlas por la falta de datos oficiales. Tras varias manifestaciones y una gran campaña de la organización, en 2013 el Tribunal Supremo tipificó como delito estos ataques, endureció la regulación para la venta de sustancias químicas y obligó a los gobiernos estatales a compensar a todas las víctimas con 300.000 rupias (4000 euros). Medidas que a pie de calle son papel mojado ya que el 80% de las supervivientes no reciben la cantidad compensatoria, tal como afirma la organización Make Love Not Scars. La impunidad sigue imperando y el ácido continúa siendo accesible y barato, tanto como 25 céntimos de euro.
Contra el ostracismo y el concepto de belleza
Los ataques de ácido son premeditados y buscan satisfacer deseos de venganza. En la mayoría de los casos se provoca un estigma y una humillación de por vida. “No quieren matarte, quieren hacerte tan fea que nadie te quiera”, explica Saini. Las supervivientes han sabido sortear la trampa en la que sus atacantes querían que cayesen, y han decidido seguir con sus vidas sin miedo, sin vergüenza, y tras varias operaciones, aceptando su nuevo aspecto. “La belleza exterior es momentánea. Siento que ser hermoso por dentro es lo importante, dura toda la vida. Piénsalo, incluso el hombre que me atacó con ácido era bello en el exterior”.
Fuente: Público