viernes, 28 de agosto de 2015

Las extrañamente ridículas “enfermedades” del siglo XIX que solo afectaban a las mujeres

La ciencia y la mujer no siempre han tenido una relación sencilla, ya sea como investigadoras o como pacientes.
Hace un siglo aproximadamente, los médicos de sexo masculino comenzaron a distinguir y diagnosticar una serie de enfermedades raras que sólo parecían afectar a las mujeres.
El resultado fue una serie de absurdos tratamientos que eran prescritos para curar extrañas patologías que parecían afectar a sus rostros, mentes y órganos reproductivos. Una auténtica oda a la ignorancia que hoy nos suenan extremadamente ridículas, no te los pierdas.

Los vapores femeninos.


Los “vapores” eran un diagnóstico un tanto difuso que comprendía todo tipo de desmayos, cambios de humor y hasta el síndrome premenstrual. Una dolencia ambigua que solían padecer con asiduidad las nuevas sufragistas del siglo XIX, un deseo por votar democráticamente que fue visto como parte de un desorden nervioso propio de enfermos mentales. La cura para esta patología era reposo, cama y sales aromáticas para reconfortar el espíritu.

Neurastenia.


La neurastenia era un término utilizado a partir del 1800 para describir cuadros de ansiedad vaga, fatiga, depresión y palpitaciones. La causa de esta enfermedad era el nuevo y frenético ritmo de vida propio del siglo XIX, unas tensiones que según los médicos, al sexo femenino le ocasionaba problemas por soportarlos. En 1829 la neurastenia era muy popular, y miles de mujeres fueron diagnosticadas de ella, como la famosa escritora Virginia Woolf.

La sobrecarga de emociones.


¿Te emocionas con facilidad? ¿Tienes los nervios a flor de piel? Siéntete afortunado de vivir en este siglo, pues si hubieras vivido a mediados del siglo XX siendo mujer, tu vida podría ser bien distinta.
Por aquel entonces un médico llamado Walter Freeman, determinó que la mejor manera de tratar a una mujer excesivamente emocional era cortar sus nervios cerebrales.
Así en 1936, Freeman realizó su primera lobotomía a una ama de casa convirtiéndola en una esposa dócil y servicial. Tras ella, le siguieron muchas más. Según los datos en 1950 más de 50.000 estadounidenses ya habían sido lobotomizados.

Locura.


El término locura provienen del latín vulgar delirare, (de lira ire), que significaba originalmente en la agricultura “desviado del surco recto”, un término que hasta final del siglo XIX se utilizaba para designar un comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas.


En un mundo dominado por el sexo masculino, no es de extrañar que en la Inglaterra del siglo XIX los manicomios y sanatorios mentales estuvieran llenos de mujeres.
De hecho la locura era tan común que al menor síntoma de que la mujer presentase “inquietud mental”, oposición o desafío hacia su marido o padre, podría ser internada en una institución mental de inmediato.
Esposos y padres utilizaron este siniestro procedimiento para librarse de hijas solteronas, mujeres desobedientes, librepensadoras, madres solteras o esposas con opinión propia.

La histeria.


Al igual que la neurostenia, la histeria fue una de esas enfermedades causadas por las tensiones de la sociedad moderna, la histeria provocaba trastornos de ansiedad, nerviosismo, deseo sexual, lubricación vaginal e insomnio que eran “curados” gracias a un masaje genital que sólo los médicos debían practicar.




Estos masajes pélvicos debían de practicarse hasta que los pacientes alcanzaran el “paroxismo histérico”, una serie de convulsiones seguidas de una gran relajación; Lo que hoy llamamos orgasmo.
Con este tratamiento no es de extrañar que la histeria llegase a afectar a un cuarto del total de mujeres de la época, teniendo el doctor que suministrar estos masajes asiduamente. El proceso se hizo tan común que fue un médico el que diseño el primer vibrador de la historia, con el objetivo de que las féminas pudieran tratarse a sí mismas. Pronto estas máquinas se popularizaron, siendo empleadas también para mejorar el cutis y el cuero cabelludo, conseguir una apariencia más ardiente y reducir el dolor.

Las mangueras a presión.



Con el objetivo de que las mujeres no obtuviesen placer de la cura, las mangueras de agua fría a presión se convirtieron en la solución preferida en centros y sanatorio mentales.

La cara de la bicicleta.


La sufragista Susan B. Anthony declaró una vez que “ningún objeto o invento de la historia había hecho tanto por la emancipación de la mujer que la bicicleta”, y es que cuando la mujer no tenía derecho voto o a poseer vehículo, la bici se convirtió en su medio de transporte.
Para impedir la independencia de la mujer y su creciente libertad, los médicos comenzaron inventaron síntomas totalmente ridículos para hacer que se bajaran de las bicicletas y regresaran al hogar.
Así pues el mal de la bicicleta causaba agotamiento, insomnio, depresión, palpitaciones del corazón y la llamada “cara de la bicicleta”, una enfermedad causada por la expresión de torpeza que los ciclistas poseían mientras conducían.

El útero errante.


Si la “cara de la bicicleta” no te ha parecido el colmo de lo absurdo, preparate para el mal del utero errante. Una enfermedad causada por el desplazamiento interno del útero, cambiando la presión interna del cuerpo y provocando vértigo, problemas de rodilla, dolor de cabeza, somnolencia, irregularidades en el pulso, e incluso la muerte.
El tratamiento era tan variopinto como la lista de síntomas, pudiendo curarse con estornudos que lo recolocaban, sales aromáticas en los genitales femeninos, o el mejor remedio: tener un embarazo.


Fuente: Kike Pérez a través de La voz del muro

martes, 25 de agosto de 2015

El harén de las mujeres occidentales es la talla 38

Fatema Mernissi, nacida en Fez en 1940, estudió Ciencias Políticas y fue becada por la Sorbona para un doctorado en la universidad de Brandeis, Estados Unidos. Historiadora, ensayista, doctora en sociología y profesora en la Universidad Mohamed V de Rabat. También ha sido asesora de varios organismos como la UNESCO o la BIT. Es una de las intelectuales marroquíes más conocidas en Europa, destacando por su defensa de los derechos de la mujer y por ser una autoridad mundial en estudios de El Corán, así como por el estudio del impacto de las nuevas tecnologías en el mundo islámico.
Mernissi defiende un concepto humanista donde las mujeres tienen que asumir su papel luchando con la palabra, el arma principal para lograr la igualdad, y un enfoque por la lucha por los derechos humanos y la revolución a través de la mejora de las habilidades de comunicación.

En 2003 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, junto a Susan Sontag.

El harén de las mujeres occidentales es la talla 38

“Mientras intentaba encontrar, sin éxito, una falda de algodón en unos grandes almacenes en Estados Unidos, oí por primera vez que mis caderas no iban a caber en la talla 38. A continuación viví la desagradable experiencia de comprobar cómo el estereotipo de belleza vigente en el mundo occidental puede herir psicológicamente y humillar a una mujer. Tanto, incluso, como la actitud de la policía pagada por el Estado para imponer el uso del velo, en países con regímenes extremistas como Irán, Afganistán o Arabia Saudí.
La elegante señorita del establecimiento me  miró de arriba abajo desde detrás del mostrador y, sin hacer el menor movimiento, sentenció que no tenía faldas de mi talla: ¡Es usted demasiado grande! – dijo.
– ¿Comparada con qué? – repliqué.
– Pues con la talla 38. Lo normal es una 36 o una 38. Las tallas grandes, como la que usted necesita, puede encontrarlas en tiendas especiales.
Era la primera vez que me decían semejante estupidez respecto a mi talla.
– Y ¿se puede saber quién establece  lo que es normal y lo que no? – pregunté a la dependienta como queriendo recuperar algo de mi seguridad si ponía a prueba las reglas establecidas. – ¿Quién ha dicho que todo el mundo deba tener la talla 38? – bromeé, sin mencionar la talla 36, que es la que usa mi sobrina de doce años, delgadísima.
– La norma está presente en todas partes, querida mía. En las revistas, en los anuncios. Es imposible no verlo. Si aquí se vendiera la talla 46 ó 48, que son probablemente las que usted necesita, nos iríamos a la bancarrota. Pero ¿en qué mundo vive usted, señora? Lo siento, pero no puedo ayudarla, de verdad.
–  Pues vengo de un país donde no existen las tallas en la ropa de mujer – repliqué-. Yo misma me compro la tela, y la costurera del barrio o un artesano me hacen la falda que le pido a medida. De hecho, si quiere que le diga la verdad, no tengo ni idea de qué talla uso.
– ¿Quiere usted decir que no vigila su peso? – me preguntó con cierta incredulidad.”

Fatema Mernissi a partir de esta experiencia reflexiona sobre nuestra violencia simbólica en el último capítulo de su obra “El harén en Occidente”, uno de esos pequeños grandes libros de obligada lectura.
Fatema concluye que “a diferencia del hombre musulmán, que establece su dominación por medio del uso del espacio (excluyendo a la mujer de la arena pública), el occidental manipula el tiempo y la luz. Este último afirma que la mujer es bella cuando aparenta catorce años y al dar el máximo de importancia a esa imagen de niña y fijarla en la iconografía como ideal de belleza, condena a la invisibilidad a la mujer madura”. Mernissi añade que no se ataca directamente la edad, sino que se enmascara como opción estética. “En efecto, en aquella tienda no solo me sentí repentinamente horrorosa, sino también inútil. Mientras los ayatolás consideran a la mujer según el uso que haga del velo, en Occidente son sus caderas orondas las que la señalan y marginan… El objetivo es el mismo en ambos casos.” Prosigue: “el poder del hombre occidental reside en dictar cómo debe vestirse la  mujer y qué aspecto debe tener. Es el hombre quien controla la industria de la moda, desde la cosmética hasta la ropa interior. Me di cuenta de que Occidente es la única parte del mundo donde las cuestiones de la moda femenina son un negocio dirigido por hombres. En países como Marruecos la moda es cosa de mujeres.”

Esta es la visión acerca de la violencia simbólica occidental para una mujer árabe culta como Fatema Mernissi. Una visión que personalmente me impactó cuando la leí por primera vez, en tanto que como mujer occidental era la primera vez que sentía sobre mi cultura patriarcal la mirada crítica de una persona de origen árabe, una mirada feminista y taninflexible como nuestras miradas cotidianas al uso del velo y otras costumbres de la cultura patriarcal árabe. Fue un choque enriquecedor.  Verse a través de los ojos de “el otro” siempre lo es.

El fragmento que aquí he reproducido, resumido, su autora lo vivió y escribió hace más de una década, sin embargo no parece tan lejano. Por el contrario, resulta muy actual tanto en las cuestiones que aborda acerca del control sobre la mujer en occidente como aquellas relativas al mundo árabe. Cierto que, a distintos ritmos, se están produciendo avances positivos en ambos hemisferios, pero es un hecho que son lentos y que situaciones como las que vivió la escritora marroquí en aquella tienda estadounidense a finales de los 90, actualmente siguen presentes en nuestro día a día femenino.
Una de las últimas exclamaciones de Fatema Mernissi en este pasaje es: “¡Qué espanto si a los fundamentalistas les diera por imponer no solo el velo, sino también la talla 38!” Añado: ¡qué espanto si a los gurús de la moda occidental les diera por enmascarar de opción estética no solo la talla 38, sino también el velo! Doble e igual espanto si como mujeres de una cultura u otra, cualquiera de ellas no son nuestra real, consciente y libre elección.

 Fuente: El Harén en Occidente, de Fatema Mernissi, 2000, a través de Órbita Diversa

Unidad didáctica. Mujeres y publicidad

Unidad didáctica fruto del trabajo de varias profesoras de Castellón (Mª Carmen Bel Pallarés, Isabel Benavent Ferrando, Mª Luisa Cardona Gerada, Mar Estepa Calavia, Mayte González López, Balbina Milián Ortí, Mª Dolores Miralles Esteller, Gemma Porcar Vilar con coordinación de Mª José Ortí Porcar y supervisión de Mª José Gámez Fuentes), orientada a la consecución de la igualdad y a la sensibilización y reflexión crítica sobre ella en el aula tomando como referencia la publicidad su tratamiento discriminatorio con respecto a hombres y mujeres.

La unidad se divide en dos partes. La primera describe con detalle aspectos de la unidad didáctica como su justificación, objetivos, contenidos, metodología y evaluación.

A continuación, en la segunda, se presentan 5 bloques temáticos, una bibliografía y un anexo con imágenes de anuncios. El último de los bloques se reserva para unas reflexiones finales y la evaluación. Los anteriores desarrollan temas como los medios de comunicación y la publicidad; el sistema sexo-género, roles y estereotipos; la publicidad sexista; legislación y normativa. Al final de cada uno de ellos aparecen propuestas de actividades de enseñanza y aprendizaje.

Esta unidad fue publicada en 2008 por la Fundación Isonomía y la Universitat Jaume I. Podéis acceder a ella pulsando sobre la imagen.


sábado, 25 de julio de 2015

La realidad de las esclavas del siglo XXI

Artículo de Eva Dallo publicado en Yo Dona (El Mundo) el 5-9-2015. Infografía de André Gianzo

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Se imaginan un mercado mundial en el que los hombres tuvieran un precio, pudieran encargarse por teléfono, sirvieran para saldar deudas o fueran moneda de cambio en matrimonios exprés con fines sexuales? Por difícil que resulte pensarlo, exactamente esto es lo que sucede hoy en día, en pleno siglo XXI, con millones de mujeres en todo el planeta. La trata de personas para la prostitución afecta en estos momentos a casi dos millones, miles de las cuales acaban en España, tercer país del mundo en consumo de esta práctica. En naciones del Sudeste Asiático como Camboya, el tráfico de niñasestá a la orden del día, y en Egipto y otros países árabes se celebran matrimonios que duran apenas unas horas, lo que al final constituye una forma de prostitución encubierta. Es el precio que se paga por nacer mujer en algunos lugares del globo.

Trata de mujeres

El tercer negocio más lucrativo que existe en el mundo según Anesvad (ONG para el desarrollo), y uno de los más inhumanos: según la Convención de La Haya, la trata de mujeres para su explotación sexual constituye un delito de lesa humanidad. En palabras de la exactriz, presentadora y actual directora de documentales, Mabel Lozano, es "la esclavitud del siglo XXI". La oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito considera España uno de los principales países de destino de las redes que explotan y extorsionan a mujeres y menores y a sus familias. No en vano, añade, somos la tercera nación en consumo de prostitución -un 39% de los españoles ha usado estos servicios-, solo superada por Puerto Rico, con un 61%, y Tailandia, donde se alcanza un terrorífico 73%. "Además, la mayoría de las mujeres que hemos atendido comenzaron siendo menores de edad", explica Rocío Mora, de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (APRAM).
"Este negocio genera cada año unos 32.000 millones de euros, solo superado por el narcotráfico y el contrabando de armas", continúa Mabel Lozano, que detalla: "Los clubs de alterne las encargan y mandan dinero a las redes". Sabe de lo que habla, pues lleva ya una década dedicada a investigar este tema, y acaba de estrenar su último documental, 'Chicas nuevas 24 horas', en el Festival de Málaga. La producción es parte de un proyecto con el mismo nombre sobre la trata en Paraguay, Perú y Argentina. "Es un abuso y una explotación que nunca habían resultado tan baratos y que incentivamos con la demanda en países como España", afirma.

Mujeres nigerianas. Foto: Gtresonline


Según las cifras del sector -que invariablemente se quedan cortas-,2,4 millones de personas son actualmente víctimas de la trata en el mundo. De ellas, señala Naciones Unidas, 1,92 millones se ven abocadas a la explotación sexual, y un 98% de estas, son mujeres. A nivel global, y según The Freedom Project, la mayoría procede de Albania, Bielorrusia, Bulgaria, China, Lituania, Nigeria, Moldavia, Rumanía, la Federación Rusa, Tailandia y Ucrania. Los destinos suelen ser Europa Occidental, el Oeste africano, Asia, los países del Golfo y Norteamérica. En México, la ciudad de Tenancingo ostenta el dudoso honor de ser la capital del tráfico sexual del mundo, y gran parte de sus 10.000 habitantes se dedican de una u otra manera a la prostitución, según la revista Newsweek.

Tráfico de niñas en Camboya

Triste variante de la trata de mujeres, esta práctica tiene en Svay Pak, Camboya, su mayor y más horrible representación. Este suburbio de Phnom Penh, que cuenta con 4.000 habitantes, es probablemente el último lugar donde un niño debiera nacer: según la ONG Agape International Missions, en 2010 el 90% de los menores de entre ocho y 12 años eran víctimas de explotación sexual. Aquí las pequeñas vírgenes tienen un precio y son vendidas por su familia. Es el principal centro de pedofilia del mundo, pero no el único donde se da la esclavitud infantil. Según la agencia de noticias Reuters, Benin, Gabón, Gambia y Costa de Marfil son los países en los que se alcanzan las cifras más altas, con diferentes objetivos; en el primero se calcula que hay hasta 80.000 niños esclavos, muchos de los cuales lo son para la explotación sexual.

Niña nigeriana. 

Matrimonios 'take away' en Egipto y el Magreb

Por unas horas, unos días, algunas semanas o, en pocas ocasiones, la vida entera. Pero en todos estos casos, por dinero. Son los matrimonios exprés entre ciudadanos "en la zona del Golfo, o en Jordania. Dado que la prostitución está prohibida en los países árabes, se casan con jóvenes de las naciones más pobres del área para acostarse con ellas, en una forma precisamente de prostitución encubierta", explica Basel Ramsis. Este egipcio es el director del documental Sokar Barra (Azúcar aparte), que refleja un fenómeno que comenzó en los 70 con el aumento de la riqueza en las naciones del Golfo. "Para ello se firma un contrato entre el padre y el cliente que se rompe después", añade Ramsis. El realizador alerta de que el fenómeno se ha extendido a lugares como Sudán, Yemen o a los campos de refugiados de Siria. En ocasiones las propias familias propician la actividad y acaban viendo a sus hijas como mercancía. O a sus esposas. "Casó a su mujer tres veces para comprarse una casa", relata una de las protagonistas del documental respecto a un compatriota. El dinero que reciben a cambio se considera la dote que en los países árabes el novio debe pagar a la familia de la chica al casarse. "Así todo se hace conforme a su moral", matiza Basel.

Sudán y Ruanda

Son dos de los países africanos en los que tradicionalmente, e igual que en el caso anterior, se paga dote a la familia de la novia. En tiempos la cuantía se establecía en cabezas de ganado y tenía un significado simbólico, pero hoy en día se entrega dinero, y cantidades que, según denuncia la organización 'Girls Not Brides', aumentan de forma incontrolada. Además, los montantes que las familias pueden recibir por niñas hace que los matrimonios sean cada vez más precoces, también porque así consiguen antes el dinero. Según el Ministerio de Asuntos Sociales de Sudán, la mitad de las chicas entre 15 y 19 años del país ya están casadas. Lo mismo sucede en Kenia, según Ayuda en Acción: "Aquí la negociación se complica cuando se exigen además prácticas perjudiciales, como la mutilación genital femenina".

Mujeres en La Habana. Foto: Gtresonline




En Afganistán la antigua tradición de la dote, que originalmente pretendía compensar a los padres por el esfuerzo que habían hecho para cuidar y dar estudios (cuando los tenían) a sus hijas, ha acabado convirtiéndolas en mercancía. A veces las niñas se utilizan para saldar deudas: si un padre debe una cantidad de dinero puede cina, asarlas con el acreedor o con un vástago del mismo.

Vietnam, proveedor de China

Tras décadas bajo la política del hijo único, que ha provocado abortos selectivos por parte de parejas que prefieren un niño a una niña, las mujeres en China escasean. El ratio es hoy en día de 118 hombres por cada cien, según las estadísticas del Gobierno de Pekín. Además, en el gigante asiático la dote sigue siendo una costumbre extendida, y tan oficializada que existen diferentes precios para novias según las regiones. Lo que, como en otros países, comenzó siendo una ayuda para la vejez de los padres de la novia en compensación por llevarse a una hija que podría haberles acompañado y ayudado en los últimos años de su vida ha acabado convirtiéndose en un fardo que ralentiza considerablemente los matrimonios. A todos estos 'problemas' se ha encontrado una triste solución en los países del Sudeste Asiático, donde las novias abundan y son bastante asequibles. Concretamente, 20.000 yuanes, unos 3.000 euros, según la revista 'Online Business Insider', es el precio por el que las familias venden a sus hijas en determinadas zonas de Vietnam. Esto ha provocado la proliferación del tráfico desde este país hacia China de mujeres forzadas a casarse.

Esclavas en el siglo XXI, y no es una metáfora

Mauritania, Uzbekistán, Haití, Qatar, la India, Paquistán, República Democrática del Congo, Sudán, Siria y la República Centroafricana. Estos son, según el Índice de la Esclavitud Global 2014 ('The Global Slavery Index 2014'), los países donde prevalece la esclavitud actualmente, con mujeres y niños forzados a realizar labores domésticas, industriales, agrícolas, sexuales e incluso mineras. Pero no los únicos. Mauritania fue el último lugar del mundo en abolir la esclavitud, en 1981, pero sigue arraigada en su sociedad y afecta al 20% de la población: pasa de generación en generación a los descendientes de africanos negros 'capturados' por bereberes y beduinos.

Mujeres indias. 

Mientras que las que tienen este estatus se dedican a las tareas del hogar y a cuidar de los hijos de sus 'amos', los niños se encargan del pastoreo y trabajan en los campos. Mujeres y niñas de países limítrofes, como Gambia y Mali, sufren el mismo destino en el territorio que linda con el Sahara Occidental. En el Este de República Centroafricana son las milicias las que las secuestran en el entorno rural para después esclavizarlas sexualmente y como mano de obra en las minas. Asimismo, en Nigeria los trabajos forzados se dan en el sector doméstico, la industria sexual, las canteras y la agricultura.

En países del Golfo como Qatar o Emiratos Árabes Unidos mujeres emigrantes de Asia y del África subsahariana son empleadas comotrabajadoras del hogar en condiciones de explotación, con sus pasaportes e ínfimos salarios retenidos, y cualquier intento de revertir esa situación es criminalizado. Similares casos se dan en la India, Sri Lanka, Nepal, Paquistán, Bangladesh y las Filipinas. El IS (Estado Islámico) secuestra y vende a mujeres de la etnia Yazidí como esclavas sexuales en matrimonios forzados por cantidades como 10 dólares (apenas nueve euros). Pero no hace falta irse tan lejos para encontrar esclavas en el siglo XXI: muchas de las mujeres provenientes de Europa del Este que mendigan en las calles de las grandes ciudades españolas lo son.

miércoles, 15 de julio de 2015

Las Poderosas Mujeres de Juchitán

Dirección: Carmen Butta.
Producción: 360° - Die GEO-Reportage para el Canal Arte.
En este documental se presenta a partir de algunos relatos indivduales, la particular cultura de Juchitán, Estado de Oaxaca, México; donde las mujeres mantienen el poder dentro de la estructura económica local, así como una serie de rituales de autoidentificación y organizaciones informales que les permiten negociar con la política formal.


jueves, 4 de junio de 2015

El machismo invisible y los micromachismos

"El machismo invisible y los micromachismos" es un documental que trata de evidenciar aquellas situaciones sociales en las que se produce este fenómeno, a pesar de que éstas están completamente normalizadas. Esta violencia casi imperceptible es ejercida contra las mujeres en todos los ámbitos de la vida cotidiana.


martes, 10 de marzo de 2015

Las españolas del pijama a rayas

  • El domingo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer sin que el Estado español brindara el más mínimo homenaje al colectivo que, quizás, más lo merecía: el de las luchadoras republicanas que se unieron a la Resistencia en Francia para combatir a las tropas nazis y que pagaron un altísimo precio por su valentía
  • Mujeres de Andalucía, Cataluña, Madrid, Valencia, las dos Castillas… que fueron hechas prisioneras por la Gestapo y terminaron encerradas entre las alambradas de campos de concentración como Ravensbrück, Mauthausen o Auschwitz
  • Setenta años después de la liberación de esos centros de explotación y exterminio, ha llegado el momento de sacarlas del olvido al que fueron condenadas, primero, por el franquismo y, más tarde, por el llamado "Espíritu de la Transición"

Carlos Hernández - Madrid/Els Guiamets/Hendaya/París

Neus Català con su traje de prisionera


«No supimos valorar lo que habíamos hecho. Por eso permanecimos en silencio, incluso tras la muerte de Franco». Quien así habla es una de las mujeres que más ha luchado y más ha sufrido por defender la libertad en España y en el resto de Europa. A punto de cumplir el siglo de vida, Neus Català me sonríe desde su silla de ruedas. Sus cuidadoras acaban de sacarla de la triste habitación en la que una docena de ancianos dormitaba frente al televisor, para traerla a la luminosa sala de visitas de la residencia geriátrica en la que pasa los últimos años de su larga y tormentosa existencia. «No nos hemos hecho valer como los hombres. La gente no sabe que también hubo españolas en los campos de concentración de Hitler», añade con voz firme.

No hay amargura en sus palabras, simplemente una prolongada resignación. Siete décadas después de recuperar la soñada libertad, Neus es consciente de que ella y sus compañeras son las olvidadas entre los olvidados. Si España enterró la historia de los más de 9.000 compatriotas que pasaron por los campos de la muerte del III Reich, aún más ignorada fue la historia que escribieron las mujeres. Mejor tarde que nunca y, por ello, el Gobierno catalán le acaba de conceder la medalla de oro de la Generalitat. Madrid, sin embargo, sigue mirando para otro lado.

Ignoradas por Franco, despreciadas por nuestra democracia

«Me ha sorprendido tanto saber que hubo mujeres combatiendo en la Guerra de España y, después, en la Resistencia… Yo pensaba que en esa época, en España las mujeres estaban encerradas en casa esperando a sus maridos. No sabía que hubiera tanta igualdad durante la República». Isa es sevillana, tiene 25 años y estudia dirección y administración de empresas.

Al igual que la inmensa mayoría de jóvenes y no tan jóvenes españoles, ha sido víctima de unos planes educativos que mantienen secuestrada la historia más reciente de nuestro país. Yo mismo soy de una generación que en el colegio, instituto y universidad veía cómo el curso terminaba siempre "casualmente" antes de que diera tiempo a explicar lo ocurrido en la España del siglo XX. ¿Te suena el cuento? Seguro que sí.

Los historiadores franquistas escribieron durante cuarenta años un relato manipulado y profundamente falso que no fue corregido con la llegada de la democracia. La vieja cantinela de "no remover el pasado" fue ni más ni menos que eso, dejar las cosas como estaban, es decir como los franquistas querían que estuvieran. Y hoy pagamos el precio de ese error: somos el único país democrático con calles y plazas dedicadas a fascistas y genocidas; el único en que se equipara a víctimas y a verdugos; el único en el que nuestro Gobierno homenajea a quienes combatieron codo con codo con las tropas nazis y desprecia a los que lucharon por la libertad en Europa.

Camino del infierno
Solo después de explicar este contexto es comprensible que Neus y las más de 300 españolas que sufrieron y murieron en los campos de concentración de Hitler no sean reconocidas como lo que son: heroínas que deberían ser puestas como modelo y ejemplo para las nuevas generaciones. Unas nuevas generaciones a las que se les ha hurtado, sencillamente, la verdad. Porque decir que Franco fue un dictador sanguinario no es una opinión política, es una realidad histórica. Porque decir que durante la II República se alcanzaron las mayores cotas de libertad y de derechos sociales de la historia, no es un juicio de valor, es un hecho contrastado. Como lo es recordar que aquella efímera democracia dotó a las mujeres de una igualdad, derecho al voto incluido, que fue la envidia de los movimientos feministas europeos. Como verdad, y no opinión, es decir que Franco acabó con todos estos avances a golpe de paseíllo, torturas y una represión que coordinó con un aliado y mentor llamado Adolf Hitler.
Libres, luchadoras y resistentes

Neus y el resto de las futuras deportadas crecieron en ese ambiente de libertad e igualdad que surgió durante la II República. La mayor parte de ellas se implicaron a fondo en la política que lo impregnaba todo en aquellos intensos y turbulentos años. Tras la sublevación de una parte del Ejército, las republicanas tomaron las armas con la misma convicción que sus compañeros.

Sabían lo que se jugaban frente a un enemigo que gritaba "Viva la muerte" y a generales como Queipo de Llano que felicitaba a sus "valientes legionarios" por violar a las mujeres: «ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas», decía ese siniestro militar que hoy, sin embargo, sigue enterrado en un lugar de honor en la basílica sevillana de La Macarena.

En la retaguardia o en los frentes de batalla trataron de frenar el avance franquista, hasta que la amarga derrota las empujó a cruzar los Pirineos. La democracia francesa recibió al medio millón de españoles como a perros y a las españolas como a putas. Porque eso era, ni más ni menos, lo que representabanlas mujeres republicanas para los sectores más conservadores de la sociedad francesa. «Los periódicos de la zona, como El Patriota de los Pirineos, les tachaban de maleantes, de delincuentes que iban a contaminar a la gente. Se decía que las españolas eran unas prostitutas porque abortaban o porque fumaban», recuerda el hispanista francés Jean Ortiz.

Dolors Casadella fue confinada en las playas de St. Cyprien: «Tuvimos que dormir directamente encima de la arena. Sentada en el suelo, pasé la noche con mi niña encima de las rodillas. Rápidamente empezaron a morir los niños españoles. Mi hija vivió 15 días». Como el bebé de Dolors, perecieron más de 14.000 hombres, mujeres y niños víctimas del frío, el hambre y las enfermedades.

Pese al maltrato recibido, el inicio de la II Guerra Mundial y la fulminante ocupación alemana hizo que centenares de españolas se unieran inmediatamente a la Resistencia contra el invasor nazi. Mujeres que desempeñaron todo tipo de misiones, como narraba Neus en su libro De la Resistencia y la Deportación: «En general, las mujeres fuimos utilizadas como enlaces dentro de la densa red de información, en los pasos por las montañas y fronteras, en la solidaridad en las cárceles (...). Los controles de la policía francesa y de las patrullas alemanas los asumíamos primero nosotras. Pero estuvo además el transporte de armas y propaganda. Las mujeres también empuñaron las armas en batallas célebres como La Madeleine».

70 años después, Neus posa con su foto


Si algo sorprende de estas luchadoras, es la poca importancia que dan a lo que hicieron; quizás porque nadie les reconoció su heroico papel. Nunca olvidaré cuando Pepita Molina me contó su historia en su pequeño piso de las afueras de París; era la primera vez que alguien se interesaba por su vida: «El marido de mi hermana Lina se llamaba Luis González. Él estaba muy metido en la guerrilla y nosotros ayudábamos en todo lo que podíamos. Un día a Luis le esperaba la Gestapo en la puerta de casa. Oímos los disparos y cuando salimos ya estaba muerto. En el forro de su gabardina encontraron panfletos con propaganda antinazi. Recuerdo que mi hermana Lina nos dijo: "Aquí no conocemos a nadie". Poco después registraron la casa y nos llevaron detenidas a las tres. Nos interrogaron por separado pero ninguna contamos nada y, al final, nos dejaron marchar. Yo ni siquiera pude ir al entierro de Luis porque los alemanes temían que se convirtiera en un acto de protesta contra la ocupación. Solo dejaron que asistieran dos personas y, claro, fueron mi hermana y mi madre. Pocos días más tarde, miembros de la Resistencia nos avisaron de que los nazis iban a volver a por nosotras y que debíamos marcharnos cuanto antes. Cogimos unas cuantas cosas y conseguimos escapar con la ayuda de varios compañeros resistentes».
Torturadas y deportadas

Lina tuvo suerte. Entre 300 y 500 españolas, sin embargo, fueron detenidas, torturadas y enviadas a los campos de concentración. A Neus la detuvieron en noviembre de 1943 junto a su marido: «Fue terrible. No recibí ni un solo golpe, pero tuve que controlar mis nervios durante más de media hora, con una pistola en cada sien y una ametralladora en la espalda. Me decían: "Habla, no seas tonta; si tu marido lo ha dicho todo y te lo carga todo a ti... Te engaña con otras mujeres"».

La práctica totalidad de estas españolas fueron deportadas, en vagones de ganado, a Ravensbrück, el puente de los cuervos. Su condición de mujeres fue un agravante más al sádico tratamiento que, de por sí, recibían los prisioneros. A su llegada les era inyectado un producto químico para que se les retirara la menstruación. En el caso de Neus, no volvió a tener la regla hasta 1951. Aún peor lo pasó Alfonsina Bueno que arrastró secuelas durante toda su vida: «Me llevaron a la enfermería junto a otras cuatro deportadas. Una enfermera rusa fue obligada a inyectarnos en la vagina o, mejor dicho, en el cuello del útero, un líquido que ni ella seguramente sabía lo que era. Lo que yo sí sé es que al salir de la maldita enfermería, entre mis piernas caían unas gotas amarillas que al mismo tiempo iban quemando la piel».

Las mujeres fueron especialmente utilizadas como conejillos de indias por los médicos SS. Les amputaban brazos y piernas para después tratar de reimplantárselos; les provocaban heridas que infectaban con bacterias con el objetivo de probar nuevos medicamentos; les cortaban músculos y les rompían huesos para estudiar los procesos de regeneración y practicar técnicas de trasplantes.

Otra de las amenazas que pendía siempre sobre ellas era la de pasar a formar parte del ejército de prostitutas que abastecía los burdeles que el III Reich abrió para "satisfacer las necesidades de sus tropas". Dolors Casadella, que había perdido a su hija pequeña en los campos franceses, tenía claro que nunca acabaría sirviendo en uno de esos tugurios: «Una mañana, al despertar la jefa de la barraca gritó: "Las que quieran ir a una casa de prostitución que pasen por mi despacho". Todas gritamos: "Hum". "Os prevengo que si no hay voluntarias, os cogeremos por la fuerza". Esto fue terrible, sobre todo las más jóvenes decidimos matarnos si nos hacían esto».

Dolors no tuvo que suicidarse pero vio como otras compañeras sí lo hicieron tras contemplar horrorizadas la forma en que eran asesinados sus hijos. Así lo recuerda Neus: «A las madres que daban a luz en aquella época les ahogaban el bebé en un cubo de agua (...). Cuando el horno crematorio no daba más de sí, se abría una zanja, se llenaba de gasolina y se les prendía fuego. Así desapareció un gran número de niños judíos o gitanos. Las SS les hacían bajar a las zanjas, con un bombón en la mano, bajo el cínico pretexto de protegerles de un bombardeo. Alguna vez lo hacían tan cerca del campo que sus madres oían sus alaridos y se volvían locas de dolor».
Solidaridad y resistencia

Al igual que los hombres, las deportadas destacan la solidaridad como uno de los principales factores que les ayudó a salir con vida de los campos. Simone Vilalta me muestra su tesoro; el regalo que le hicieron sus compañeras durante su estancia en Ravensbrück: «Cuando cumplí 21 años me entregaron este librito que habían hecho a mano y en el que habían escrito una breve historia. Me acuerdo mucho de la solidaridad que tuvimos entre nosotras. Hubo una mujer mayor que yo que me hizo de madre. Esos son los únicos buenos recuerdos que tengo del campo».

Simone Vilalta nos muestra su traje rayado


Esa solidaridad abarcó desde compartir la poca comida que recibían hasta proteger a las compañeras que se encontraban más débiles. Pero también les llevó a montar una organización clandestina para recabar información y organizar acciones de sabotaje.

Muchas de las prisioneras trabajaban en fábricas de armamento que nutrían a la Wehrmacht. Cualquier pequeña acción encaminada a retrasar o paralizar la producción era considerada un éxito por las españolas del pijama a rayas. Neus se especializó en inutilizar los proyectiles que fabricaba en el subcampo de Holleischen: «Saboteábamos las balas que teníamos que fabricar. Unas compañeras se dedicaban a cazar moscas y después las poníamos en la zona que albergaba el detonador. Cuando no teníamos moscas, escupíamos. Estoy segura de que muchas de las cajas de balas que salían de allí nunca pudieron utilizarse. Cuando regresábamos a la barraca nos preguntábamos entre nosotras: ¿Cuántas moscas has matado hoy? "Veinte, treinta, cincuenta". Cada mosca era una bala que no serviría para acabar con la vida de algún compañero. Estas pequeñas cosas representaban para nosotras una gran victoria. Era peligroso y si te cogían no lo contabas, pero seguimos haciéndolo hasta el final».

Y ese final llegó en 1945 cuando las tropas soviéticas y aliadas fueron liberando, uno a uno, los campos de concentración. Llegó la libertad para las españolas pero no la felicidad. Sin patria a la que regresar, la mayoría se instaló en Francia donde tuvieron que afrontar unas penurias económicas que se veían agravadas por el desarraigo social y por las terribles secuelas físicas y psíquicas que arrastraban de su deportación. Algunas no lo resistieron y llegaron a suicidarse. Otras, como Neus, trataron de rehacer sus vidas sin dejar de mirar a la España que languidecía baja la dictadura franquista.

Sus compañeros sintieron la más amarga de las traiciones tras la muerte de Franco. Ellos pensaban que había llegado, por fin, su momento. Creían que serían reconocidos como el resto de deportados lo habían sido por sus naciones 30 años atrás. Las luchadoras como Neus ni siquiera se lo plantearon. Como ella misma decía al comienzo de este artículo: «No supimos valorar lo que habíamos hecho». Cuarenta años después es el Estado español el que sigue sin querer valorarlas, sin querer reconocerlas. No es ignorancia, no es casualidad, no es dejación… Es una actitud premeditada de olvido. Olvido para tratar de enterrar la verdad y seguir equiparando a víctimas y a verdugos.

(Este artículo se ha elaborado con extractos y testimonios recogidos en el libro Los últimos españoles de Mauthausen de Ediciones B)

Fuente: eldiario.es